Reportaje

Olivar en riego, el "cisne negro" que llevó al Guadalquivir al límite

A finales de los 90 se pusieron en carga 400.000 hectáreas de olivares con regadío hasta que la CHG detuvo la expansión en 2005

Olivar de riego.

Olivar de riego. / CÓRDOBA

Rafael Verdú

Rafael Verdú

La cuenca del Guadalquivir ha sido históricamente un valle fértil y poblado que ya conocían las primeras civilizaciones mediterráneas. A fenicios, cartagineses y romanos no les resultaba fácil llegar hasta aquí, porque tenían que cruzar las Columnas de Hércules primero y remontar después el río desde una amplia bahía que entonces ocupaba gran parte de lo que hoy es Doñana. Pero el premio merecía la pena. A lo largo del río Betis había ricos yacimientos minerales, así como enormes posibilidades para la agricultura

Roma se aprovechó como nadie de las oportunidades que le brindaba de la cuenca del Guadalquivir. Así lo atestigua el Monte Testaccio, una colina artificial levantada con los restos de millones de ánforas en las que se transportaba el aceite de oliva desde la Bética (especialmente desde el entorno de Priego de Córdoba) hasta la Ciudad Eterna. Los romanos conocían el riego de cultivos, pero no lo usaron para sus olivares porque no era necesario: es un árbol que resiste bien con poca agua en nuestro clima. La oleicultura siguió de secano durante los veinte siglos siguientes, hasta que todo cambió con el paso al tercer milenio. 

Víctor Cifuentes, durante su participación en el congreso sobre el agua.

Víctor Cifuentes, durante su participación en el congreso sobre el agua. / Manuel Murillo

Así lo ha narrado Víctor Cifuentes, responsable de la Oficina de Planificación Hidrológica de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, durante su participación en el IX Congreso Córdoba Ciudad de Encuentro y Diálogo, centrado en la gestión del agua. Lo que ocurrió en torno al año 2000 fue un cambio de modelo en la gestión del olivar que nadie se esperaba y nadie había previsto. A punto estuvo de reventar las costuras de la Cuenca del Guadalquivir, que ya por entonces estaba -y sigue estando- muy regulada. 

El olivar en los 90

Hasta los años 90, el olivar no daba el "oro líquido" que hoy sustenta en gran medida la economía de la provincia de Córdoba, especialmente en las zonas rurales. Es más, se arrancaban olivares para plantar otros cultivos más rentables, como ha recordado Cifuentes. La sociedad rural descubrió, sin embargo, que regando el olivar tendría cosechas todos los años, "siendo buenas o muy buenas. Esto no estaba planificado, pero tampoco prohibido", apunta el técnico de la CHG. 

Las cifras lo avalan: antes de esa fecha había menos de 100.000 hectáreas de olivar en riego y las previsiones más optimistas indicaban que para 2010 había en toda la región unas 500.000 hectáreas de cultivos regables (de todo tipo, no sólo el olivar). A comienzos del milenio se habían puesto en carga otras 400.000 hectáreas con alta demanda de agua sólo de olivares

Fue, como describe Cifuentes, un "cisne negro", una metáfora que describe "algo que sorprende a todo el mundo, que nadie se lo espera". De haber seguido por ese camino, la Cuenca del Guadalquivir habría "explotado". 

Los límites de la CHG

La CHG tuvo que "poner pie en pared", recuerda Cifuentes, en el año 2005. Fue entonces cuando se acordó prohibir las nuevas dotaciones de riego, tanto de olivar como de cualquier otra cosa, para estabilizar la demanda. En la actualidad sólo se pueden poner en carga las que ya estuvieran planificadas en ese momento, pero nada más. 

La Cuenca del Guadalquivir logró sobrevivir a aquel episodio de incremento desaforado del regadío por varias razones. En primer lugar, porque el riego del olivar no requiere de tanta agua como otros cultivos intensivos (unos 1.500 metros cúbicos por hectárea en vez 6.000), lo que permitió que el consumo no se saliera de lo planificado, aunque sí supuso un aumento de la superficie regada. Hoy en día hay 900.000 hectáreas de regadío en la cuenca, la mitad de olivares, pero de forma natural el sistema sólo puede abastecer a unas 100.000. Si se ha llegado a tanto es por la extrema regularización de los cauces.

Por otro lado, Cifuentes resalta la modernización de los regadíos andaluces, entre los más avanzados del país, lo que permite obtener los mismos resultados con menos agua. Por ejemplo, menos de la mitad realiza el riego por aspersión. 

El último factor limitante fue la prohibición ya comentada de liberar más dotaciones para regadío, que Cifuentes considera que seguirá activa en el futuro porque "hemos llevado la cuenca al límite, la hemos exprimido como un limón. No da más de sí". A cambio, se han obtenido importantes beneficios no sólo económicos sino también sociales, como una fijación de la población que no se ha logrado en otros puntos del país. Pero ya no es posible seguir por ese camino porque "el olivar en regadío había que pararlo".