A veces se le llama y no viene. Federico García Lorca, que está más vivo que nunca, aseguraba en la Teoría del juego y del duende que "el duende es pequeño como un demonio verde y que vive en el fondo de las botellas de aguardiente". Y cuenta el caso de La Niña de los Peines, que define lo indefinible, o sea, lo que no es posible ni demostrar ni calificar en una sola palabra. Dicho lo cual, puedo decir, que hubo duende en la noche, única, de la entrega de los Cordobeses del Año. Por eso me gustaría que estuviera asomada a su ventana de papel, de hoy siquiera, Juana Castro, porque la crónica gráfica, y la otra, ya se ha hecho, y mejor que nadie, por nuestros compañeros.

Y ahora sí que les quiero contar la extraña crónica de un duende que el otro día, martes, se pasó por la calle Fortuny de Madrid, en la ceremonia de presentación del libro sobre Pastora Imperio titulado Reina del duende y escrito por María Estévez, muy buena periodista, y además descendiente de la familia de Pastora, y por Héctor Dona, también de la misma sangre.

Para empezar, la portada es un retrato de Pastora Imperio que en su día hizo nuestro pintor oficial, Julio Romero de Torres, una reina de lo gitano, de lo flamenco, morena de ojos verdes, revolucionaria para su tiempo, un documento.

Les recomiendo el libro porque es una historia con todas las demás historias dentro, de amor, de sinvivir, de... Hay que leerlo, cordobeses, porque además, como a veces digo, hay mucha Córdoba dentro, no solo en la portada, sino en los protagonistas. Por ejemplo, El Gallo, que aunque fuera de Sevilla era tan nuestro que lo primero que dijo el día que se casaba con Pastora fue: "A ver dónde está mi sombrero cordobés, que si no lo llevo no me caso". Casi siempre lo llevaba puesto, no sé si se lo quitaría aquella extraña, apasionante, noche de boda.

El libro tiene tal cantidad de historias que, cuando terminé de hablar, las palmas que sonaron fueron las de los gitanos llevando el compás.

Regresé a casa empapado, lleno de nombres con duende, por ejemplo, que no la quiero olvidar, Lolita, que me parecía tan linda, tan gitana, como escondida. ¿Por qué te escondes de mí, Lolita, si sabes, conoces, cuánto te quiero? Sin embargo, sí que pude ver cómo Lolita y la hija de Manolo Caracol se besaban en el saludo, ¡qué gran foto! ¡Qué dos grandes historias del duende! En fin, y antes de terminar, este abrazo a un fotógrafo aún joven, intrépido y bueno, del que yo fui su padrino en su día, que aunque no es cordobés, como si lo fuera, por que es hijo de Felipe Navarro Yale, uno de los mas grandes reporteros de la historia.

Volví a casa con un aire nuevo, como traslúcido, recién lavada el alma, aire del sur coronaba mi cabeza. Pastora, en la portada del libro, me miraba con sus ojos verdes, verde Pastora Imperio, misteriosos ojos de luna- Y en el fondo, esa Córdoba que siempre pintaba don Julio, la Córdoba en la que vive, siempre, el duende.