Opinión | Hoy

josé manuelballesteros pastor

Nuestros libreros

Y nuestras libreras. Surgen estos días de celebración del libro. Son el ejemplo más digno de amor a la cultura, este misterio por el que nosotros, los que nos decimos humanos, poseemos un espíritu más allá de nacer, crecer y morir. A estos hombres y mujeres se lo debemos. Sólo ellos saben de sus zozobras para mantener ese negocio que no es negocio, sino algo más profundo. Porque, por más inteligencia artificial que nos suplante, el libro constituye la única manera que tenemos los humanos de descubrir la conciencia de nuestra dignidad. Nuestros libreros y nuestras libreras levantan cada día otra Córdoba, la Córdoba del alma: una ciudad cuyas paredes en calles y plazas están formadas por estanterías de libros. ¿Os la imagináis? Pues este prodigio se lo debemos a nuestros libreros. Desde la heroica librería «Luque», que cumple cien años de tantos avatares, ahí, contra viento y marea, sobreviviendo; o nuestro Manuel Patiño y la heroicidad de sus «Ediciones Depapel»; o ese «Reino de Agartha» de Maribel; o esa joven «Almuzara», ya con veinte años; o la remozada «República de las Letras»; hasta esa otra librería, «Recreo», con Maite y la luz de sus ojos, para entrar en nuestra infancia por los tiempos en los que un libro nos alivió las anginas y nos hizo viajar a islas y selvas, donde derrotar monstruos, cuando nuestra realidad eran los miedos de la noche. Nuestros libreros suben cada mañana la persiana de ese hogar. Y cada anochecer, la bajan, ensimismados, pero siempre en paz por haber mantenido el espíritu de un libro. Y regresan a sus vidas con el tiempo que se va en silencio, pero que cambian, cada amanecer, por mantener palpitando ese humilde objeto que es un libro y toda la dignidad que nos entrega para hacernos humanos.

*Escritor

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