En los centros de protección son menos del 20%

Córdoba recibe pocos niños migrantes por la falta de plazas y de salidas laborales

En los últimos años, a la capital llegan menos coincidiendo con el mayor control de las fronteras y la apertura de un centro en Lucena con 23 plazas

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

Córdoba recibe un número reducido de niños extranjeros no acompañados debido principalmente a dos factores. En primer lugar, al número reducido de plazas disponibles en centros de protección públicos y concertados, en comparación con otras ciudades de costa como Cádiz y Almería, y a que las perspectivas laborales en una provincia con una elevada tasa de paro hace que muchos de los chavales se dirijan a otros destinos en cuanto pueden para reunirse con familiares o instalarse en entornos con más oportunidades laborales.

En los últimos años, según las entidades consultadas, los centros de menores de la capital, donde las plazas se comparten entre los menores en situación de desamparo nacionales y extranjeros, están recibiendo menos niños coincidiendo con el mayor control de las fronteras y con la apertura en 2019 de un centro para menores inmigrantes en Lucena, gestionado por la Fundación Samu, que dispone de 23 plazas. En estos momentos, según los datos recabados por este periódico, de los 57 menores tutelados y acogidos en los tres centros públicos de Córdoba, hay once adolescentes extranjeros no acompañados, menos del 20%, el resto son españoles. Asimismo, el centro de menores de la Fundación Don Bosco tiene 20 plazas cubiertas y solo hay dos niños migrantes cuando lo habitual en 2017 o 2018 es que hubiera la mitad nacionales y la mitad extranjeros. 

Según el director de este centro, José Ramón Calero, el perfil mayoritario es el de varones marroquíes, argelinos y subsaharianos de entre 13 y 16 años que llegan a provincias costeras y después son trasladados a los centros públicos de primera acogida, desde donde la Junta de Andalucía los distribuye a los centros concertados donde se trabajan sus habilidades y se les prepara para la inserción social y laboral. 

Adolescentes con problemas propios de la edad

Los problemas a los que se enfrentan los chavales son los mismos que los de cualquier adolescente nacional con el añadido de la dificultad del idioma y el condicionante del tiempo, ya que al cumplir los 18 años salen del sistema de protección. Según Francisco Ruiz. director de Adsam, «llegan sabiendo muy poco español, con experiencias de supervivencia muy duras, con una edad complicada, la adolescencia, y con el objetivo de formarse y ganar dinero para mandar a casa». Vienen pensando que tendrán facilidades, «pero la realidad no es esa y aunque la gran mayoría consiguen integrarse o se reúnen con familiares que ya están asentados en Córdoba o en otro sitio, también hay casos de menores que desarrollan algún trastorno de conducta». En eso coincide la directora de Aemet Arco Iris, Auxiliadora Fernández, donde reciben a 5 o 6 menores migrantes al año. "A nosotros nos derivan niños con problemas de conducta cuando hay plazas libres, la mayoría nacionales pero también llegan extranjeros", explica, "en estos casos, esos problemas pueden estar relacionados o no con su situación vital".

El principal motivo de confrontación en los centros de protección suele ser la aceptación de las normas, algo previsible a esas edades. En los centros, hay normas que en un entorno familiar donde hay dos o tres hijos se pueden relajar, pero que deben estar bien definidas cuando hay muchos niños. 

La mayoría de los centros de protección son abiertos y los chavales entran y salen, tienen unos horarios establecidos y asisten a clases, pero también hay centros cerrados para aquellos con problemas de conducta. Uno de esos centros está gestionado en Córdoba por la Fundación Don Bosco. Según José Ramón Calero, «el porcentaje de delincuencia o mala conducta es muy bajo porque hay mucho trabajo de acompañamiento». Una de las motivaciones para sacar partido a la formación es que el nivel de idioma, participación y capacitación laboral se tiene en cuenta en el acceso a las plazas para extutelados cuando cumplen 18 años. El 80% consigue la integración laboral.

Más recursos para superar el reto de la mayoría de edad

Llegar a un país extranjero siendo un niño después de días o meses de espera en la frontera y de arriesgar la vida cruzando el Estrecho en una patera es una experiencia traumática que se atiende en los centros de protección con los recursos disponibles hasta la mayoría de edad. Los acogimientos familiares de los menores extranjeros son muy excepcionales. A los 18 años, la ley marca que los chavales dejan de estar tutelados por la administración y deben buscarse la vida o integrarse en alguno de los recursos disponibles que, según las entidades consultadas, han aumentado y mejorado, con convenios con empresas y prácticas laborales. La alta tasa de paro reduce el atractivo de Córdoba como ciudad en la que instalarse a largo plazo, si bien la hostelería se ha convertido en un nicho de empleo para estos chavales que reciben formación específica y que logran una salida laboral «en las mismas condiciones que el resto de empleados, ya que cuentan con el asesoramiento de las asociaciones que los forman». Por otro lado, el Ayuntamiento de Córdoba ha puesto en marcha 10 plazas nuevas en La Casita, a la espalda de la casa de acogida, donde atender a los jóvenes extutelados de entre 18 y 25 años que al salir de los centros de protección se quedan en la calle para que puedan encauzar su vida y no cronificar su situación. Según Antonio Herrera, director de la Fundación Don Bosco, adjudicataria de estos dos pisos, ya se han confeccionado los protocolos y «esperamos que los primeros jóvenes se instalen a principios de agosto para empezar a trabajar con ellos».