Protestas en el campo

La voz de quienes trabajan la tierra en Córdoba se alza: «Nos matan a decretos»

Diario CÓRDOBA recoge los testimonios de agricultores y ganaderos afectados por la crisis agraria en los cuatro puntos cardinales

En el sentido de las agujas del reloj, Jacob Jurado, Rafael Delgado, Francisco Moreno y Francisco Doblas.

En el sentido de las agujas del reloj, Jacob Jurado, Rafael Delgado, Francisco Moreno y Francisco Doblas. / JULIA LÓPEZ / EVARISTO GUZMÁN / RAFAEL COBO / JOSÉ ANTONIO AGUILAR

Rafael Verdú / Julia López / Evaristo Guzmán / Rafael Cobo

Los agricultores cordobeses se han vuelto a echar a la calle dos años después de las primeras protestas masivas que sirvieron para hacer pública la situación crítica del campo, que viene de lejos. En aquel entonces, se desató una tormenta perfecta que amenazaba con arruinar a un sector del que depende en gran medida la economía cordobesa. Había una enorme inflación, producir alimentos era cada vez más caro pero los precios de venta no subían, se desató la guerra de Ucrania (que tuvo efectos en los suministros) y apremiaba la pertinaz sequía. 

Hoy algunos de aquellos factores han desaparecido. La inflación, por ejemplo, se ha situado en niveles razonables. Ahora bien, la mayoría de los productos alimentarios cuestan ahora dos o tres veces más que en 2022, y nada hace pensar que a corto o medio plazo los precios vuelvan a los niveles de partida. Mientras, los productores no reciben el incremento del beneficio, que debe quedarse en algún punto intermedio de la cadena alimentaria. En resumen, nada ha cambiado en dos años, más bien todo a ido a peor. Así lo ven los productores.

Ahora los agricultores añaden nuevas exigencias, que tienen que ver por lo general con la excesiva burocracia y la elevada prisión fiscal. Hay muchos papeles y más impuestos, y las previsiones apuntan a un futuro con todavía más informes para rellenar, como un libro digital -una especie de cuaderno de bitácora- que deberán llevar a rajatabla por orden de la UE. 

Eso sin contar con la sequía, cuyos efectos se sienten cada vez más. Este año prácticamente no ha habido dotación de riego en la cuenca del Guadalquivir y la poca agua que queda se guarda para el abastecimiento humano. Los agricultores no se manifiestan contra la sequía, a sabiendas de que eso tiene el mismo valor que unas rogativas o la danza de la lluvia (o sea, ninguno); pero sí se quejan de la gestión hídrica, en la que creen que hay mucha tela que cortar. Ven pantanos llenos en otros puntos cercanos (Portugal, Badajoz...) y reclaman una distribución más equitativa. Eso no es fácil de solucionar porque todo el mundo cree que el agua que cae en su pantano le pertenece. Los trasvases solo tienen apoyo social en el punto final del canal, nunca en la toma de agua.

Contra el ecologismo

El campo cordobés es, en esencia, puro ecologismo, al menos en las tierras que aplican métodos tradicionales, que son la mayoría. Y sin embargo, los agricultores atacan ahora casi cualquier cosa que huela, sepa o parezca verde: la agenda 2030, la reforma de la PAC (muy centrada en fomentar la sostenibilidad), la nueva Ley de Bienestar Animal, las para nada recientes normas que amparan a especies animales protegidas o los límites impuestos a determinados pesticidas. Todo eso está en el catálogo de demandas de los trabajadores del campo.  

El campo cordobés, como prácticamente el de toda Europa, lleva ya tres días en pie de guerra contra todos estos elementos. Ha habido tractoradas, cortes de carretera y protestas que los agricultores y ganaderos piensan seguir manteniendo hasta que no se cumplan sus exigencias. No quieren que se les oiga, porque eso ya lo han conseguido. Ahora quieren que se les haga caso. Así lo expresan en los testimonios en primera persona recogidos por Diario CÓRDOBA entre agricultores y ganaderos de todos los puntos cardinales de la provincia.

Francisco Doblas posa en un viñedo centenario de Moriles.

Francisco Doblas posa en un viñedo centenario de Moriles. / Córdoba

Francisco Doblas (Campiña)

A Francisco Doblas, Curri, le preocupa que el precio del vino suba demasiado y lo haga demasiado deprisa. Agricultor y bodeguero en Moriles, posee una fina de vid de unas 25 hectáreas que trabaja él mismo y de la que obtiene una parte de la uva para hacer sus finos. El resto la tiene que comprar a otros viticultores porque ahora mismo, debido a la sequía, la producción se queda en la mitad de un año normal

En esas condiciones, Francisco cree que el vino cordobés por excelencia, el fino, podría subir tanto de precio que no lo haría atractivo para el consumidor. «El precio del vino está subiendo, no como el aceite pero está en alza», asegura, pero lo ideal sería una subida progresiva, «nunca disparar los precios porque así el mercado lo sufre mucho». Teme el agricultor y bodeguero «entren vinos de otras zonas más baratos. Esto haría peligrar la situación de las bodegas». 

"El consumidor lo paga todo bien caro"

Francisco Doblas

— Agricultor y bodeguero en Moriles

En el fondo de su argumento se encuentra la denuncia -una de ellas- de todos los agricultores del país: los precios suben pero los productores no ven el beneficio. Francisco explica que «el consumidor final es el que lo paga todo bien caro. Con el vino pasa como con los tomates. Los comercializadores son los que más gana, los que hacen la venta directa».

El viticultor morilense apoya las protestas del sector a lo largo y ancho de la provincia, porque «el campo es la despensa de España y de Europa». Aporta algunas soluciones, como la necesidad de «unos buenos sistemas agrarios compensados, unas buenas cosechas y buenos planes de riego, que es importantísimo». 

Carga también Francisco contra el papeleo y la burocracia, especialmente en lo que toca a la Unión Europea y la gestión de las ayudas públicas. Es un mantra que repiten todos los productores agropecuarios, grandes y pequeños. Pone como ejemplo que «no se pueden plantar viñas porque sí, como sí se puede hacer con los olivos». Es necesario pedir antes unos derechos o se corre el riesgo de perder ayudas.

Francisco Moreno en su finca de olivar de montaña junto a La Tiñosa.

Francisco Moreno en su finca de olivar de montaña junto a La Tiñosa. / Rafael Cobo Calmaestra

Francisco Moreno (Subbética)

Francisco Moreno es un joven agricultor de Priego, cuya explotación olivarera se encuentra en las estribaciones de La Tiñosa, por lo que, como la inmensa mayoría de la comarca de la Subbética, está catalogada como olivar de montaña. Para Francisco, la situación que vive el campo en estos momentos «viene arrastrada desde la primavera de 2020, cuando en los primeros meses de aquel año se movilizó todo el sector, pero la pandemia supuso un frenazo en seco. Todo lo que habíamos conseguido se paralizó y en estos últimos años parece que estábamos dormidos».

Los motivos de esta «asfixia», como él mismo la define, están bastante claros. «Cuando se habla de subida de costes, seguimos vendiendo prácticamente al mismo precio, pero el combustible sigue subiendo; la maquinaria o el arreglo de las averías también sigue subiendo; la electricidad, porque en mi caso tenemos riego, ni te cuento; el abono y los fitosanitarios que podemos utilizar han subido casi un 200%». Ante una situación así, «¿qué hacemos?», se pregunta irónicamente Francisco.

"Vendo la aceituna al mismo precio de hace cuatro años"

Francisco Moreno

— Olivarero en Priego de Córdoba

Continúa este joven agricultor prieguense haciendo mención a otro de los grandes caballos de batalla del sector como es la Agenda 2030, «con unas pautas que hay que cumplir escrupulosamente, como la de dejar una cubierta vegetal, la hierba, entre las hileras de olivos, lo que repercute luego en las cosechas y reduce la producción del olivo; o la prohibición de utilizar determinados productos fitosanitarios, que, por el contrario, otros países si utilizan y sus productos se comercializan no solo en nuestro país, sino en Europa».

Costes y pautas medioambientales a las que hay que sumar, como así recuerda Francisco, «el precio de los jornales, la seguridad social o el seguro agrario, que también han subido, pero nosotros seguimos vendiendo nuestro producto, en mi caso la aceituna, al mismo precio que lo hacía hace cuatro años». Así, «la situación es inviable», asegura. 

Rafael Delgado, en su plantación de naranjas en la Vega.

Rafael Delgado, en su plantación de naranjas en la Vega. / Evaristo Guzmán

Rafael Delgado (Vega del Guadalquivir)

Rafael Delgado comenzó su andadura en el campo como ganadero con una granja de vacas de leche, pero a raíz de unos años malos, en los que la tuberculosis hizo mella en el ganado, pasó a dedicarse únicamente a la agricultura a partir de 2019. A día de hoy tiene 12 hectáreas de naranjos en Fuente Palmera, también olivos y cereal, aunque debería tener sembrado maíz si hubiera agua. 

Sobre la situación actual del sector agrícola y de los cítricos en particular, tiene claro que el principal problema es la competencia desleal porque la Unión Europea no aplica la misma normativa a terceros países, que pueden producir con menos costes e introducir sus productos más baratos en Europa. «Esto ocurre, por ejemplo, en materia de fitosanitarios, ya que les permiten usar unos productos que a nosotros nos prohíben; los nuestros son más caros y menos eficientes», indica. 

"El problema es la competencia desleal"

Rafael Delgado

— Citricultor en Fuente Palmera

Rafael afirma que el citricultor español puede ofrecer la naranja con la misma calidad y precios que cualquiera, pero con las mismas normas para todos, independientemente de que no se pueda competir con los costes de mano de obra de Marruecos, Egipto, Sudáfrica o Argentina. Asimismo señala que las naranjas de estos países no se exportan en frío e incluso traen enfermedades que han llegado a secar naranjos en la zona de Valencia.

En relación a otros inconvenientes que sufre el campo cordobés en la actualidad, asegura que la Ley de Cadena Alimentaria no se está cumpliendo porque se vende por debajo de los costes de producción y quien fija los precios es el mercado. Tampoco entiende la excesiva burocracia dirigida por personas «que están sentados en sus despachos y no saben lo que es el campo; nos imponen lo que hay que sembrar cada año o realizar unos cuadernos digitales cada vez que entramos y salimos de nuestras fincas, cuando la naranja sale con todos sus controles, análisis y sin residuos». 

El agricultor Jacob Jurado, durante una protesta en el norte de la provincia de Córdoba.

El agricultor Jacob Jurado, durante una protesta en el norte de la provincia de Córdoba. / Julia López

Jacob Jurado (Los Pedroches)

Jacob Jurado, agricultor de Hinojosa del Duque, vive otra jornada de movilizaciones. Esta vez han llegado hasta Villaharta pero sin cortar la N-432 y allí cuenta que «estamos reclamando una ley de cadena alimentaria porque estamos trabajando a pérdidas. Nos están dando una importación de productos que no cumplen la norma europea, nos exigen unos fitosanitarios en la actualidad que a terceros países no se los exigen». 

Jacob Jurado también critica la ingente cantidad de «trabas burocráticas», haciendo mención a un cuaderno digital que «para nuestros padres, gente de toda la vida del campo, es algo que les anima a dejarlo. No se puede cargar al agricultor y al ganadero de papeleo, de trabas para avanzar en nuestro trabajo». Y eso conduce, del mismo modo, a las dificultades para un relevo generacional que se presume como «imprescindible» para el campo, en especial en comarcas como la de Los Pedroches. 

"No se nos puede cargar de papeleo"

Jacob Jurado

— Agricultor en Hinojosa del Duque

«Nos están matando a decretos y normativas que son incoherentes, con una agenda 2030 que se han inventado unos señores en un despacho», explica Pedro Moreno, ganadero de vacuno de leche en la comarca de Los Pedroches. Secunda las movilizaciones y critica que «quieran dejar improductivas parte de las tierras y esa parte de la producción va a venir de terceros países donde las normativas e inspecciones son muy diferentes». En este punto hace mención a productos que se han dejado de utilizar en España desde hace décadas por ser cancerígenos, pero que «en otros lugares se siguen empleando». 

Con números explica mejor la situación este ganadero de Pozoblanco. En la actualidad, el productor recibe 53 céntimos por el litro de leche, mientras que los gastos para esa producción están en torno a los 47-48 céntimos. Un margen muy pequeño al que hay que añadirle otros costes porque ahí «solo estamos hablando de alimentación». Otro hándicap es el precio del camión de paja, casi seis veces más caro. 

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