Un legado de oro: el puente financiado con las joyas de los vecinos de un pueblo de Córdoba
La leyenda cuenta que las doncellas sufragaron los gastos con sus alhajas, pero las cosas no son como parecen en esta historia
La provincia de Córdoba guarda una curiosa leyenda en los orígenes de uno de sus puentes: las doncellas del pueblo donaron sus joyas y alhajas para sufragar los gastos, mientras que los trabajadores aportaron sus salarios. Ahora bien, ¿y si no fueran realmente joyas como tal? Esta es la historia de un emblemático puente.
Corría el año 1498. España, bajo el reinado de los Reyes Católicos, acababa de descubrir América gracias a Cristóbal Colón. En una localidad de la provincia de Córdoba, mientras tanto, surgía la imperiosa necesidad de conectar la campiña con la sierra y dar acceso a los caminos que dirigían a Toledo y Madrid. A la vez, el pueblo quedaba unido a una de sus actuales barriadas, sorteando el paso del río Guadalquivir.
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Lejos de salir de los fondos públicos, la leyenda cuenta que fueron las mujeres quienes ofrecieron sus posesiones materiales para financiar la construcción. De ahí que esta construcción de la localidad de Montoro reciba el sobrenombre de Puente de las Doncellas o Puente de las Donadas.
De necesidad a atractivo turístico
El Puente Mayor conecta el barrio del Retamar con casco urbano de Montoro, donde esa historia es muy conocida entre su población. Las obras se iniciaron a finales del siglo XV. Su diseño fue encargado a Enrique Egas, arquitecto de los mismísimos Reyes Católicos, mientras que la realización corrió a cargo del cantero montoreño Pedro Fernández.
Construido en piedra molinaza roja, cuatro arcos de medio punto lo conforman y lo convierten en uno de los atractivos turísticos de la localidad. Desde el Retamar, Montoro se alza como una joya blanca arropada por la sierra, al otro lado del impresionante meandro que forma el río. Una postal de enorme belleza e historia.
Las joyas
Pero, si vamos más allá de su apariencia y de la leyenda de su origen, podemos descubrir que las cosas no siempre son como parecen. La documentación del Archivo General de Simancas, en Valladolid, sirvió para constatar que, por aquella época, la práctica de la donación de joyas no era habitual.
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En el caso del puente de Montoro, la historia habla de joyas, pero joyas naturales. Es decir, los vecinos tuvieron que ceder tierras y dehesas para sufragar los gastos. Aportación a la que tuvieron que sumarse otros municipios colindantes como Villa del Río por imperativo del Concejo de Córdoba, según algunas versiones. Los Reyes Católicos, Juana I de Castilla y, más tarde, Carlos I dieron permiso para la venta y destinaron el dinero a la construcción.
De esa forma fue como la localidad cordobesa erigió un puente que unía dos barrios, dos zonas separadas por el río Guadalquivir, y dejaba un legado histórico que hoy protagoniza todas las estampas de Montoro.
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