Reportaje

"Las novelas históricas triunfan por los espacios comunes del lector y el escritor"

El escritor Antonio Ceballos cuenta los entresijos de su último libro, 'La casa del francés'

El escritor Antonio Ceballos, durante el reportaje.

El escritor Antonio Ceballos, durante el reportaje. / EFE

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El auge de las novelas históricas viene dado porque son lecturas que encuentran espacios comunes entre el escritor y el lector, los hechos históricos, según el escritor Antonio Ceballos, que acaba de publicar su novela 'La casa del francés'.

Una novela, publicada por Almuzara, que su autor ha asegurado en una entrevista con EFE es de "ficción" pero en la que todos los hechos históricos a los que se hacen referencia a lo largo de la misma "son totalmente rigurosos", aunque "la historia y todos los personajes son completamente inventados".

A pesar de la ficción, la novela tiene muchos retazos autobiográficos de su autor, nacido en Montilla, donde se desarrolla una parte de la trama, y que en la actualidad reside en el barrio cordobés del Alcázar Viejo o San Basilio, donde viven algunos de sus personajes, por no dejar atrás que una de las mujeres de la novela lleva el nombre de una de sus hijas.

Lector empedernido

Se confiesa un "lector empedernido" aunque "nunca me he asomado a campos como el de la ciencia ficción, por ejemplo, porque no le encuentro un hilo que me atraiga". No es que lo "esté rechazando, en absoluto. Pero sí es verdad que la novela histórica es el tipo de novela que a mí me gusta leer, por lo tanto, que me gusta escribir".

Antonio Ceballos ha asegurado que no quería que su novela fuera histórica, "tenía que ser veraz y verídica y para conseguir eso me servía la historia. Yo quería hacer una novela sobre todo costumbrista".

Para Ceballos hay dos características imprescindibles que tenía que tener la que es su primera novela, "he escrito sobre muchas cosas pero es la primera vez que me enfrento a la ficción", y esta tenía que tener credibilidad y el contraste.

La credibilidad fundamental

La credibilidad era "fundamental para mí, supongo que por mi profesión de historiador" que quería que, aunque los personajes "son inventados, sus historias pudieron suceder así, son tramas propias de la historia de la novela que abarca 50 años entre finales del siglo XIX y principios del XX".

En intentar dar credibilidad "creo que también ha influido en que, aunque no soy ninguno de los personajes, quien me conoce sabe que hay frases o gestos que soy yo. No he podido resistirme porque dentro de esa idea de credibilidad que tenía era más fácil para mí ser creíble contando lo que yo conozco".

Y, por otra parte, "tenía mucho interés en mostrar el contraste de la sociedad de aquella época, contrastar dos mundos".

Por un lado, la vida del francés, esta familia que viene a Córdoba desde Poitiers en el último tercio del siglo XIX. Una familia burguesa, adinerada, con unas costumbres de clase social elevada que contrasta con otra del barrio de San Basilio o del Alcázar Viejo como se denominaba en aquella época, que sobrevive como puede.

Época de contrastes

La novela entrelaza la vida de las dos familias al formar parte del servicio de la casa algunos de los miembros de la familia más humilde.

Y, ha explicado, "busqué el contraste no solo entre esas dos familias, porque los personajes tomaron vida propia y lo que iba a ser una generación se convirtió en dos y me dio tiempo a jugar con el contraste entre las dos generaciones".

Y por último también el contraste entre la vida en dos países como España y Francia y entre dos localidades como Córdoba, una ciudad media del Sur de España y un pueblo como Montilla con una industria floreciente alrededor del vino.

Antonio Ceballos ha explicado que uno de los hilos conductores de la novela es el vino "tanto en Montilla, que es mi localidad natal, y que en aquella época ya era potente la economía alrededor de este sector como en Francia, que es donde están los viñedos de la familia del francés".

Ensamblar los personajes

Lo más complicado para el autor ha sido "ensamblar los personajes". Esa labor "me ha llevado mucho tiempo", al principio le resultaron difíciles los diálogos "pero eso creo que lo solventé".

Pero "ensamblar las historias, cerrar las historias me ha costado trabajo porque hay un momento que no sabes muy bien por dónde van los personajes" y eso "es interesante porque hace al lector que siga buscando qué va a pasar".

Respecto al resultado final "no cambiaría ni una coma porque he releído y releído. Y me parece que el resultado es el que tenía que ser".

Eso es porque "no quería un final apoteósico y extraño donde aparezca un personaje que ha desaparecido o algo así. No soy Agatha Christie. Quería algo que fuera creíble porque todas estas cosas pudieron haber ocurrido".

Su idea era, dentro de la credibilidad, no enseñar el final que ha dejado abierto a una segunda novela en la que ya está trabajando.