Narcotráfico

El retorno a Colombia del exnarco Carlos Lehder reaviva los fantasmas de un pasado sangriento

El exsocio de Pablo Escobar fue detenido en el aeropuerto de Bogotá al llegar procedente de Alemania y su abogada asegura que no tiene causas pendientes en su país

Carlos Lehder, detenido a su llegada al aeropuerto de El Dorado, en Bogotá.

Carlos Lehder, detenido a su llegada al aeropuerto de El Dorado, en Bogotá. / EFE

Abel Gilbert

Abel Gilbert

Buenos Aires

El sorpresivo aterrizaje en Bogotá de Carlos Lehder, el principal socio de Pablo Escobar Gaviria durante los años de pesadilla del Cartel de Medellín, trajo a los colombianos el recuerdo un capítulo de la historia de ese país que parecía soterrado. Ledher, de 74 años y con 33 años de cárcel sobre sus espaldas, fue detenido en el aeropuerto el Dorado tras haber llegado procedente de Alemania por un requerimiento judicial. La imagen de un hombre de mirada cansina y cabello ceniciento que, según su abogada, Sondra McCollins, quiere pasar sus últimos días en Colombia, no condice en con aquella estampa agresiva y desafiante de fines de los años 70 del siglo pasado. Su nombre no solo está asociado a Escobar y la sangre derramada. Lehder diseñó en 1978 una ruta de tráfico ilegal de cocaína en el Islote de Cayo Norman, Islas de las Bahamas, que convirtió en el eslabón fundamental para el transporte de droga hacia Estados Unidos. Los especialistas estiman que se trató de un momento clave de la expansión del narcotráfico.

Un tribunal bogotano ordenó su detención en el marco de una causa por fabricación, tráfico y porte de armas y municiones de uso privativo de las Fuerzas Armadas. Ledher había recuperado su libertad el 16 de julio de 2020 tras pasar más de tres décadas en una prisión norteamericana. En su momento fue el principal extraditado por Colombia a Estados Unidos y pudo reducir su condena a 100 años por las informaciones que proveyó a la justicia de Estados Unidos sobre el coronel panameño Manuel Noriega, capturado en 1989 tras una invasión militar al istmo. Pasó cinco años en Alemania, el país del cual era oriundo su padre y decidió retornar a Colombia con la vana ilusión del anonimato. Su nombre despierta inmediatas evocaciones.

McCollins consideró arbitrario su arresto. La orden de arresto es de 2017 y había caducado. "Él ya pagó su deuda con la sociedad, la resocialización ya se le concedió". Para demostrarlo, la letrada hizo público un documento oficial de la Fiscalía en donde "no aparecen registros de vinculación a procesos penales". En diálogo con la emisora W Radio, la abogada confió en la pronta libertad de su cliente porque en la actualidad Colombia tiene una" justicia diferente a la de los 80", cuando fue extraditado. Ledher quiere "terminar los últimos años de su vida en tranquilidad".

Audacia y derroche

El excapo fue la otra cara de una moneda atroz llamada Cartel de Medellín y que tenía a Escobar como la efigie más visible. Capturado en 1987, Ledher reivindicó siempre su distancia de la rutina del asesinato y los coches bomba que distinguían a su socio. A diferencia de Escobar, quien tuvo arrebatos populistas, coqueteó abiertamente con el fascismo. Sus derrapes doctrinarios no estaban reñidos con una cultura hedonista y los vuelos rasantes sobre el mar de los aviones que tripulaba personalmente. El alcohol era la infusión cotidiana de su entrevero con prostitutas y estrellas de rock. Si alguien tenía que contar sus andanzas debía ser él mismo y así lo hizo en Vida y muerte del cartel de Medellín. A través de sus páginas no solo se destila el crimen y el sexo mediatizado por el dinero sino las relaciones con las autoridades "revolucionarias" de Nicaragua y Cuba. Quiso escribir al salir de la prisión porque su biografía podía ser aleccionadora a quienes todavía en Colombia u otros países sueñan con dinero y posesiones ganados a partir del negocio de la droga. El precio que pagan los delincuentes y sus familias es demasiado alto.

Lehder se crio en un entorno multicultural propio de un padre alemán y una madre colombiana. Había nacido en Quindío, un departamento a 271 kilómetros de Bogotá. Cuando se divorciaron sus padres residió en Nueva York, donde se inició en el delito. Robó coches, importó marihuana y lo detuvieron. Tras dos años de cárcel pidió a la justicia volver a Colombia para ayudar a su familia y reintegrarse inmaculado como persona respetuosa de la ley. Usufructuó del perdón de un modo personal. Permaneció en el estado de Florida y coordinó el tráfico hormiga de droga que provenía de las Bahamas. Luego vino su crecimiento exponencial como narcotraficante bajo los Gobiernos de Alfonso López Michelsen (1974-1978) y Belisario Betancur (1982-1986). En su libro y sus posteriores declaraciones periodísticas, Ledher detalla los vínculos promiscuos entre el negocio de la droga y un sector de la política, pero también los encuentros con la jefatura de las FARC.

El hombre que ha retornado a Bogotá tiene pocas certezas salvo el hecho de que fue traicionado por el propio Escobar. La historia, sobre los años 80, tiene una profusa bibliografía que incluye las memorias de Fabio Ochoa Vásquez, otro miembro clave del cartel de Medellín, y Gilberto Rodríguez Orejuela, de la banda antagonista que operaba en Cali. Si bien esas figuras forman parte del pasado, no lo es el narcotráfico que cambió de fisonomía y técnicas. El Clan del Golfo es su fuerza dominante, articulada con fuerzas paramilitares de ultraderecha todavía existentes. El Gobierno de izquierdas de Gustavo Petro intenta llegar con ellos a un acuerdo de paz con esa poderosa banda que es cada vez más lejano.

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