Opinión | Punto y coma

Juicio a Daniel Sancho

Hay personas que nacen en una cuna de oro y terminan en una jaula de lata oxidada. Las variables que provocan la sucesión de acontecimientos que conducen desde el afortunado punto ‘a’ al caído en desgracia punto ‘b’ solo podrían ser aclaradas por individuos como algunos de los que protagonizan las portadas de la crónica rosa, amarilla y, en ocasiones, negra. Hemos visto a deportistas que, tras ver apagados los focos del éxito y sentir el vacío que deja el salto de la alta competición a la que para ellos se presenta como una vida desconocida, caen en oscuros pozos aparentemente sin fondo. Del mismo modo, hemos podido comprobar la desbocada deriva que toman las vidas de artistas que pagaron un peaje demasiado alto por el hecho de haber sido niños prodigio. Asimismo, hemos asistido casi en tiempo real al devenir de las embarulladas vidas de hijos de ‘famosos’, que, a pesar de haber tenido todos los medios a su disposición para pertenecer a las élites intelectuales y marcar nuevos senderos de índole científica, prefirieron vender a su madre en vez de cultivar el saber. Lo planteado hasta aquí puede llegar a caber en una cabeza humana. Sin embargo, el caso de Daniel Sancho se antoja mucho más complicado que todo esto.

Quienes comenzamos a admirar a su padre, Rodolfo Sancho, en los años 90, gracias a la añorada serie ‘Al salir de clase’, hemos ignorado durante más de dos décadas que por aquel entonces el hijo de Sancho Gracia ya era padre. Ahora bien, el 6 de agosto de 2023, cuando las vidas de dos familias, ahora unidas por la desgracia, saltaron por los aires, ‘Dani’ Sancho pasó de ser un personaje prácticamente desconocido a copar cabeceras de medios de comunicación nacionales y extranjeros. Presuntamente, había matado y descuartizado en Tailandia a su amigo y/o pareja sentimental. Desde entonces, ha permanecido encarcelado en la prisión de Koh Samui, tercera isla más grande en extensión del país y cuya economía se nutre de los miles de turistas que acuden anualmente atraídos por sus ricos recursos naturales y, en especial, por sus playas de ensueño, corales y arena blanca. Desde agosto, sus padres no han dejado de dar ‘paseos por el aire’ desde sus residencias hasta la tierra gobernada por Maha Vajiralongkorn (Rama X). Su padre ha contratado los servicios de uno de los abogados más prestigiosos y mediáticos de España, ha pedido audiencia, asesoramiento y amparo al personal de la Embajada de nuestro país en Bangkok, ha estado junto a su hijo en distintas vistas ante el juez, y quién sabe qué no habrá hecho reservadamente. Dejando al margen que solo queda un hombre vivo conocedor de lo que allí ocurrió, y que este será juzgado a partir del próximo día 9 de abril, surgen algunas interrogantes en nuestro fuero interno: ¿existe una línea roja a partir de la cual unos padres deben renegar de un hijo? ¿A pesar de lo que digan las pruebas, unos padres creerán siempre en la inocencia de su vástago, como quien se aferra a un clavo ardiendo? ¿Qué hacía un joven de 29 años viajando por el mundo en cualquier momento del año y llevando un tren de vida muy superior al del común español de quienes pertenecen a su generación? A aquellos que pierden hijos les deseamos que su angustia se vea paliada cuanto antes por la esperanza; para quienes deben decidir si existe o no la mencionada línea roja, o si se quemarán, a pesar de las consecuencias, no tenemos palabras (‘mezquino idioma...’, que decía Bécquer). Y a los jóvenes que, habiendo nacido o no entre algodones, pueden acabar viviendo ‘vidas de mentira’, les advertimos de que todo lo que es falso y se sustenta en el más absoluto vacío acabará saltando por los aires, sean o no los culpables.

** Lingüista

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