Opinión | Entre visillos

La importancia de llamarse Álvaro

Un libro analiza los seis siglos de historia del santuario de Scala Coeli y la figura de su fundador

Entre la vida contemplativa lejos del mundanal ruido y el fervor popular, que mueve montañas y un día al año las ocupa en romería al santo, han transcurrido ya seiscientos años desde la fundación, en las faldas de la sierra, del convento de Santo Domingo de Scala Coeli, referencia de fe y tradición en Córdoba. En realidad, esos seis siglos se cumplieron el pasado año y se conmemoraron en septiembre con una jornada académica. Ahora sus ponencias conforman un libro presentado hace unos días por sus coordinadores, Carlos J. Romero Mensaque y Juan Aranda Doncel. Ambos, junto a José María Miura Andrades y José Luis Romero Torres, profundizan en la historia del famoso santuario, ése del «caminito de Santo Domingo» asentado en la memoria colectiva a través de la famosa canción de Ramón Medina. ‘El convento de Scala Coeli y el beato fray Álvaro de Córdoba (1423-2023)’ perfila la figura de aquél con quien todo empezó en ese tranquilo y casi mágico lugar que hermanos y estudiosos de la Orden de Predicadores llaman simplemente Escalaceli.

Sobre el culto y devoción al beato que levantó este convento y el de Portaceli en Sevilla -su prolongación-, incansable reformador en defensa de una vida monacal más austera, se extiende en su investigación Juan Aranda, numerario de la Real Academia cordobesa y experto en religiosidad popular. Esa devoción al dominico se mantiene arraigada gracias a frailes que han sabido adaptarse a cada época, desde fray Luis de Granada y el beato Posadas a «la comunidad que hoy pone rostro y vida a nuestra historia», a la que muestra su reconocimiento desde el prólogo Jesús Díaz Sariego, prior de la Provincia de Hispania. Pero también ha contribuido la labor en el cenobio de la hermandad del Santísimo Cristo. Pruebas de la vigencia de ese legado según Aranda -que lo analiza desde el siglo XVII al XXI- son la dedicación de una parroquia en el barrio de Poniente que lo tiene como titular y las 3.886 personas censadas en 2022 en la provincia que se llaman Álvaro, así como la reproducción a pequeña escala del busto venerado en el santuario que lucen las carrozas de la romería y el nutrido grupo de cofradías penitenciales que exhiben la efigie del beato en sus pasos. Y es que abunda la iconografía de Álvaro en el arte andaluz, un indicador más de la relevancia del santuario dominico y de su fundador.

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