Opinión | Tormenta de verano

Violencia sexista

Falla la prevención y la detección, para no actuar sólo sobre las denunciantes sino sobre todas las víctimas

Una vez más elevamos la voz de condena contra los asesinatos de 4 mujeres y 2 niños hace unos días a manos de sus exparejas. Una vez más, el clamor contra esta violencia arraigada socialmente, como lo demuestran las casi 200.000 denuncias que en 2023 se cursaron ante los juzgados de nuestro país, un 10% más que el anterior cuando se estima que la mayoría no denuncia. Una vez más, la indefensión de las víctimas que pese a las medidas de protección se ven a merced del odio patológico y la violencia de sus verdugos.

Llevo varias semanas asistiendo de oficio por los juzgados de la provincia a diversas mujeres acometidas y violentadas por sus parejas. El patrón suele coincidir: celopatías, modelos de dominación machistas, humillaciones constantes, agresiones sexuales reiteradas, utilización de los hijos y violencia vicaria. Mujeres vulnerables, inseguras, rotas, que no encuentran el apoyo que necesitan. Más allá de ideologías, de eufemismos o camuflar términos, esta es una lucha y un deber moral en el que todos nos necesitamos.

Reunidos de urgencia los gabinetes de crisis y los comités de expertos, los daños son ya irreversibles para siempre. El problema es muy serio. Mucho han luchado los colectivos de mujeres en defensa de sus derechos y han conseguido leyes protectoras y recursos avanzados, aunque esta pandemia del terrorismo de género sigue persistiendo. Falla la prevención y la detección, para no actuar sólo sobre las denunciantes sino sobre todas las víctimas. Preocupante es que las agresiones sexuales y la violencia de género sean los delitos que encabezan la delincuencia juvenil en nuestro país. La sociedad sigue fallando en la educación y en la estigmatización de la mujer, cuya cosificación es un atropello más a la dignidad de la persona, sin distinción posible por razón de nacimiento o nacionalidad. Los estudios demuestran que a la mitad de los jóvenes, éste no les parece un asunto grave, acreditando que falta aún mucho por hacer para extirpar esta lacra y que debemos profundizar en la educación, los principios, los valores y el reconocimiento innegociable de la dignidad del ser humano. Claro que esto exige una integridad y una coherencia que no están precisamente de moda entre nosotros.

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