Opinión | Hoy

Los heréticos

Y las heréticas. Aunque, la verdad, no me he atrevido a escribir sin h la palabra, pues de todos y de todas es sabido que estamos en la dictadura de «el que se mueva no sale en la foto», y, la verdad, temo las represalias. Mi temor empezó allá por los años ochenta, cuando aquella antigua dictadura entró en esta nueva dictadura. De una a otra hubo un período de acomodación, en el que los antropólogos tuvieron mucho material de estudio, pues el pueblo español sufrió una seria transformación anatómica. Los más viejos, sostenedores de la vieja dictadura, aparecieron como jóvenes para los nuevos tiempos. Los ropavejeros se lucraron con tantas camisas y chaquetas viejas desechadas. A las lenguas de muchas bocas empezaron a salirles muchos pelos, sobre todo a las de los viejos novelistas, periodistas, profesores, y, por ende, a los jóvenes cachorros que empezaban a imitarlos. Tantas manos, que hasta entonces habían escrito con la derecha, ahora se entrenaban para hacerlo con la izquierda, y así, los diestros se volvieron siniestros, y más aún: los zopos, zurdos. Y más: las palmas de las manos evolucionaron a aplaudir con las orejas. El caso fue que había que seguir medrando. A la vieja Restauración del último cuarto del siglo XIX, con aquello del turno pacífico que se inventó el viejo caciquismo, volvió la nueva Restauración del último cuarto del siglo XX, con el nuevo caciquismo. Pero evolucionamos rápido. Así, en solo un siglo de evolución, conseguimos que los hijos de los viejos caciques se hicieran franquistas, y los hijos de éstos se hicieran de izquierdas. Como en todo río revuelto, aparecieron los arribistas, que, como la peste del covid, se extendieron por pueblos y ciudades, para matrimoniarse con las señoritas burguesas casaderas por entonces, y que también querían ser de izquierdas para ir a la moda. El caso era seguir mandando y trincando según marcaba el aire de cada época. Ahora disfrutamos de lo nuevo viejo de siempre. Así que, por ese miedo, yo mismo me autocensuro. Paso de utilizar palabras que empiezan por ere, como «erebo», que, para los que estudiaron con la Logse, les diré que significa «infierno»; o «eremita» (ésta no creo que tenga nada que ver). Tampoco utilizaré «erecciones» (que no «elecciones»), ni otras por el estilo, porque no quiero dar ideas; que cada cual se la trinque como pueda. Palabras que empiecen por «here» sí, como por ejemplo «herético», perteneciente a la herejía; «heresiarca», fundador de una sexta, generalmente también para trincar y trastocar elecciones; «hereje o hereja» (que no tiene nada que ver con aplaudir con las orejas, claro). Sí, eres que empiecen con h. Y todos contentos.

Suscríbete para seguir leyendo