Opinión | Tormenta de verano

Menores extranjeros

Llegarán más en la lucha por sobrevivir y encontrarán la protección de la ley. Es un asunto global que exige pactos más allá de cuotas de reparto

Menores como denominador común en las noticias, aunque poco tienen que ver los 145 niños saharauis llegados a nuestra provincia en programas de solidaridad, con los menores africanos no acompañados que saturan los recursos insulares de Canarias, o con el éxito deportivo de otros menores que tuvieron más suerte. Afortunadamente, no existe una ley para menores blancos y otra para negros, ni para menores ricos y otra para pobres, ni para estrellas del fútbol o para analfabetos de solemnidad. Los menores de edad, por encima de todo son eso, menores protegidos por el Derecho Internacional y por todas las leyes aplicables en nuestro ordenamiento jurídico. Muchas revoluciones y siglos ha costado incluir este deber de cuidado que conforma la ética de lo que llamamos civilización en exigencia legal. Por eso, resulta perverso que se cuestione cuando esos menores están aquí.

No les hablo de oídas, sino conociendo la legislación aplicable y después de ejercer como director del centro de protección de menores extranjeros Despertares. Mi experiencia es la de haber sido el padre «putativo» de Otman, Said, Malick, Kofi y varias decenas más durante 5 años. Vidas maltrechas que huían de un naufragio seguro. Casi todos llegaron en patera, algunos entre los ejes de camiones, otros atravesaron el duro desierto durante meses enterrando a compañeros de camino, explotados en cualquier cosa hasta cotas insoportables para sobrevivir. Añorando su entorno y familias, aprendieron el idioma, asistieron a sus colegios, a cursos de formación, con la Fundación del Córdoba CF los incluimos en las ligas juveniles facilitando su integración, el club Figueroa nos proporcionó el acceso a sus instalaciones de verano y muchos nos ayudaron. Pasamos días duros, pero salieron adelante y viven de sus trabajos repartidos por toda la geografía. No son ni una amenaza ni esos monstruos del discurso incendiario y provocador de la manipulación y el miedo.

Es un asunto global mucho más allá de las cuotas de reparto. La población africana se duplicará en los próximos años. Con estas graves desigualdades de rentas llegarán muchos más chicos en busca de una esperanza de vida y dignidad a la que tienen derecho. Trabajemos con los países de origen, no para chantajearlos, comprarlos ni para saquearlos, sino para que aumenten su crecimiento y se puedan permitir el derecho a no emigrar. Pero mientras, no les demos la espalda y pongamos los recursos necesarios. Quien salva una vida, salva al mundo entero.

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