Opinión | Para ti, para mí

Fervor mariano a la «Virgen remadora»

En el corazón mismo del mes de julio, celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, a la que los cordobeses profesamos una especial devoción, contemplando sus imágenes en la iglesia de san Cayetano y en la parroquia del Carmen, en Puerta Nueva. Estos días, solemnes novenas en honor de Nuestra Señora, en la capital y en los pueblos de la provincia, donde la Virgen del Carmen es también venerada como Madre del Carmelo. En su pregón, pronunciado en la iglesia de Puerta Nueva, el historiador Juan José Primo Jurado ensalzó admirablemente el retablo de Valdés Leal, la gran joya de la iglesia del Carmen, una de las obras de arte más relevantes de nuestra ciudad. La arquitectura y el trazado son de Sebastián Vidal, la ejecución de Pedro Freile de Guevara y las pinturas de Juan de Valdés Leal, que terminó la obra en 1658. «El pintor barroco sevillano, subraya el historiador, que vivió varios años en nuestra ciudad, autor de lienzos tan conocidos como ‘In ictu oculi’ y ‘Finis gloriae mundi’, del Hospital de la Caridad, en Sevilla, legó a Córdoba la muestra de pintura más reseñable de toda su colección, según los expertos: doce cuadros agrupados en este retablo que contemplamos hoy». Destaca Juan José Primo, «la tremenda expresividad con que Valdés Leal consiguió dotar a las figuras, caso del ángel que desciende del cielo o los caballos del carro de Elías, que da la sensación de que van a desaparecer del cuadro de un momento a otro». La advocación de la Virgen del Carmen inspiró a Rafael Alberti un bellísimo y conocido soneto para «rezarlo» en días de tribulaciones en este mar de la vida, que comienza con estos versos majestuosos: «¡Oh Virgen remadora, ya clarea / la alba luz sobre el llanto de los mares! / Contra mis casi hundidos tajamares, / arremete el mastín de la marea». Más adelante, el poeta pedirá a la Virgen convertirse en «delfín» para sobrevivir a las bravas mareas: «Toquen mis manos el cuadrado anzuelo / -tu Escapulario-, Virgen del Carmelo, / y hazme delfín, Señora, tú que puedes...». Juan Ramón Jiménez invocará también a la Virgen del Carmen, con inmensa ternura, fijándose en sus manos y en sus ojos: «¡Granados en cielo azul! / ¡Calle de los marineros! / ¡Qué verdes están tus árboles! / ¡Qué alegre tienes el cielo!». Terminando el poema con esta petición: «¡Virgen del Carmen, que estén / siempre en tus manos los remos, / que, bajo tus ojos, sean / dulce el mar y azul el cielo!». Otro poeta andaluz, José María Pemán, entrelaza a los costaleros con la imagen de Nuestra Señora del Carmen, en forma de sencilla plegaria: «Costalero, que no sabes / rezar la Salve, quizás: / si cuando la saques, meces / el paso con buen compás, / aunque no sepas la Salve, / Dios te lo perdonará... / ¡que mecer así a la Virgen, / es ya un modo de rezar».

El 16 de julio será una jornada intensamente mariana en nuestra capital y en nuestros pueblos en torno a la Virgen del Carmen. El Carmelo, lo sabemos bien, se identifica con el profeta Elías, recorriendo el desierto de sus miedos, hacia el monte Horeb. El carmelita, religioso o laico, está llamado a afinar su sensibilidad espiritual siempre que en su vida se produzcan situaciones de cansancio y de fracaso como las que vivió Elías. La religiosa carmelita María Dolores Domínguez, presidenta de la Federación Madre del Carmelo, nos comentaba hace poco: «Creo firmemente que esta es la clave fundamental de nuestro carisma carmelita: que hagamos nuestros los sentimientos de la Madre y del Hijo. Vivir en obsequio de Jesucristo como otra ‘María’, amarlo y entregarnos totalmente a Él como lo hizo nuestra Madre». Dámaso Alonso nos dejó esta humilde confesión: «Mi corazón rompió en un grito, y era tu nombre, Virgen María, madre. (Treinta años hace que no te invocaba)».

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