Opinión | Memoria del futuro

Lamine Yamal y Nico Williams

Esta noche España jugará una nueva final de la Eurocopa, que durante su desarrollo ha coincidido con una campaña de criminalización de los menores inmigrantes no acompañados por parte de los partidos de la extrema derecha. Desde hace algunas semanas vengo detectando en el algoritmo de X que se reiteran vídeos de supuestos delitos cometidos por estos menores en nuestro país. Generalmente, se trata de vídeos convenientemente manipulados, en los que la mayor parte de las veces ni se trata de España ni de menores de esa condición, pero se acompañan de textos que generan una alarma social contra ellos. Este objetivo de la ultraderecha se corresponde con una estrategia clara para crear el relato de un falso problema y a continuación presentarse como la solución autoritaria al mismo.

No hace falta recordarlo, pero los datos de la estadística criminal en nuestro país desmienten rotundamente las acusaciones contra estos menores, al ser precisamente un colectivo en el que menor incidencia tienen los delitos de robo o violencia contra bienes o personas. Si se analizan detenidamente los datos de menores condenados por sentencia firme del Registro Central de Sentencias de Responsabilidad Penal de los Menores, se comprueba que el porcentaje de delitos cometidos por menores corresponde en más del 90% a los de origen español. Identificar inmigración y delincuencia es no solo injusto, sino radicalmente falso.

He observado cuando se interpretan los himnos nacionales antes de los partidos, la multiculturalidad presente en la mayoría de los equipos: Francia, España, Alemania, Países Bajos, Inglaterra. Todos están integrados por jóvenes que responden a una Europa nueva en la que yo me siento orgulloso y representado, porque es la realidad de nuestras sociedades en el siglo XXI. Esta diversidad nos hace mejores también como equipos y, precisamente, dos de estos ejemplos son el vasco Nico Williams y el catalán Lamine Yamal. Las historias de sus familias son las de tantos y tantos que han venido a Europa buscando una vida mejor, huyendo de sus lugares de origen por razones dolorosas, porque casi nadie quiere abandonar su tierra por voluntad propia. El ser humano tiende a querer echar sus raíces donde nace, pero si las condiciones no permiten vivir en un lugar, desde el origen de nuestra especie, los seres humanos han migrado buscando mejores tierras. Esto es de primero de Primaria, no haría falta ni siquiera recordarlo.

No obstante, sí conviene recordar algo que a estos partidos extremistas parece olvidárseles. Entre los días 15 de noviembre de 1884 y 26 de febrero de 1885, precisamente en la ciudad donde hoy se juega la final, se convocó la que pasaría a la historia como la Conferencia de Berlín. Allí se acordó el reparto de África entre varias potencias europeas que permitiría la colonización y explotación de todo el continente. Se crearon fronteras artificiales, se sometió a buena parte de sus poblaciones a situaciones próximas a la esclavitud cuando no directamente a esclavitud, se destrozaron culturas, formas de organización política y bajo el pretexto de la extensión de la civilización se expolió gran cantidad de materias primas para contribuir al desarrollo de la economía de las potencias europeas. Unos países europeos más y otros menos, pero en su conjunto todos, nos hemos desarrollado en gran medida gracias a ese extraordinario impulso que a la industria y al comercio europeo contribuyó esa colonización. Aunque no nos guste oírlo, tenemos una responsabilidad histórica por el inmenso daño que hicimos a esos pueblos que, además, cuando iniciaron sus procesos de independencia en buena medida quedaron en manos de dictadores que generaron una enorme corrupción y que permanecieron al servicio de los intereses económicos de multinacionales o países que continuaron esa explotación bajo otras formas. Esta es la realidad, a la que hay que añadir continuas guerras, hambrunas provocadas por la emergencia climática o los conflictos, exterminios raciales, discriminación, y tantas otras causas que influyen en este éxodo al que se ven obligados los jóvenes de estos países.

La realidad es que la mayoría de ellos terminan integrándose y con más o menos dificultades consiguen empleos que no son ocupados por los nacionales y contribuyen a incrementar el número de cotizantes a la seguridad social. ¿Dónde está entonces el problema? No hay tal. Es la necesidad de construir un enemigo al que deshumanizar, despojar de su identidad, generar el odio para fortalecer la propia identidad y dividir a la sociedad como parte de una estrategia política de quienes defienden a la postre un régimen autoritario. Esa es la clave. A tener enemigos se aprende, no nacemos con enemigos, es una construcción ideológica, que si pensamos en clave de humanidad, no debería tener ningún sentido.

El ejemplo de estos deportistas nos devuelve a la realidad de chicos y chicas que son tan españoles como todos nosotros y con unos valores que me hacen sentir que me representan, que me hacen olvidar cualquier atisbo de alteridad, tienen mi identidad y forman parte de nuestra comunidad porque ellos han asumido la decisión de sentirlo así.

Establecer discriminaciones y humillaciones, desautoriza a quienes las fomentan y los pone frente al espejo de su propia miseria moral. En todo caso, es desde el conjunto de la ciudadanía desde el que debemos poner freno a cualquier intento por parte de la ultraderecha de buscar un enfrentamiento que no debe existir. Un país necesitado de población en buena parte de su territorio no puede permitir ese discurso de odio. Se quejan los empresarios de algunos sectores productivos de la falta de mano de obra, nos quejamos de la supresión de plazas en los colegios públicos, denunciamos el abandono de pueblos, pues bien, el color de la piel o el origen de sus familias no hace a estas personas menos seres humanos que nosotros, ni tampoco menos españoles que nosotros. Tenemos que asumir que hay que ser solidarios y quién sabe si algún día nosotros terminaremos siendo migrantes climáticos y buscaremos tierras alejadas de veranos extremos. En ese caso, ¿qué pensaremos? Todos somos migrantes o podemos serlo. Dejemos de dar pábulo a ese discurso tan miserable.

Además, que precisamente sean políticos que se declaran abiertamente católicos los que exponen estas propuestas xenófobas y crueles contra los menores, hace todavía más inconcebible una posición que olvida la compasión del cristianismo con quienes en el Sermón de la Montaña fueron definidos como la misma representación de Jesús. Allá cada cual con su conciencia, pero a cualquier persona medianamente razonable le deben producir rechazo sus mentiras.

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