Opinión | Caligrafía

Corbatas (otra vez)

Escribí de corbatas hace cuatro años, cuando nos daban el parte diario en rebequita y a los abogados tuvieron que recordarnos que la dispensa de la toga no permitía ir a los juicios en bañador. Un ciclo olímpico después la cosa no mejora. La selección española de fútbol se ha plantado en camiseta en sus recepciones de Zarzuela y Moncloa, y el cuerpo técnico con un niki negro. Es sospechoso porque en 2021, leo, se presentó el traje oficial de la selección, diseñado por El Ganso, que iba a servir para los próximos cuatro años (estamos en plazo), para «actos oficiales y desplazamientos». Era un conjunto bonito, con corbata, con un escudo bordado en la americana. El rey, como casi siempre, iba con su corbata reglamentaria. El presidente no, así que menos mal que los jugadores no usaron el traje oficial, porque vaya apuro, ¿no? Siempre es fastidioso ser el peor vestido del lugar. Como ya habían ido en camiseta cuando el mundial, se lo esperaría. Siempre es arriesgado, porque Vicente del Bosque se colocó el traje y la corbata sin dudar.

Se puede ser muy señor e ir sin corbata. No es exactamente eso: es que es más difícil saber cuándo quitársela que cuándo ponérsela. Es posible ver a un caballero en chándal y saber que lleva sin corbata cinco minutos. También es posible ver a alguien con corbata y percibir que preferiría ahorcarse con ella a seguir llevándola. Mi teoría personal es que la corbata va quedando mejor cuanto más se usa. Y la corbata tiene sus usos, interesantes e irrenunciables. Hacerse nudos cutres siguiendo un tutorial, no mucho. Presentarse victorioso, pues igual.

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