Opinión | Punto y coma

Repóquer en las oposiciones de Secundaria

Hoy conocerán sus notas los aspirantes que han participado en el último proceso selectivo de profesores de Enseñanza Secundaria. Algunos sentirán que valió la pena sortear las peores olas en una travesía de larga distancia. Otros, sin embargo, corroborarán que estuvieron nadando a contracorriente. Como funcionaria que fue forzada a nadar de este modo, hoy planteo las siguientes preguntas:

¿Cómo es posible que en los tribunales haya docentes que sean compañeros desde hace décadas de algunos aspirantes? Podría existir cariño, pero también odio mutuo. ¿Cómo se explica que integren los tribunales quienes obtuvieron sus plazas siendo juzgados por amigos y, posteriormente, nunca jamás acreditaron un mérito académico adicional? ¿Cómo se asume que los vocales de los ínclitos tribunales salgan escogidos por sorteo, pero los presidentes puedan ofrecerse una y otra vez a tan laureado puesto? ¿Cómo se soporta que en una provincia sea presidenta de su especialidad la misma señora desde hace más de veinte años? Y el repóquer de la desvergüenza sería conseguir justificar que, aunque en otra delegación se prometió que un señor no volvería a ser presidente en una provincia —por una actuación injusta anterior—, el mismo vuelva a ostentar la varita mágica en un territorio vecino. Es más, salvo que uno de los dos haya renunciado a ello, ¿cómo se digiere que en este último lugar un porcentaje elevado de un tribunal se corresponda con idénticos apellidos?

El problema no está en los tipos de exámenes, sino en el modo en que se regalan las cartas a quienes juzgan reiteradamente. Repóquer, una vez más, en las oposiciones de Secundaria.

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