El empoderamiento de las víctimas podría explicar las cifras

El estallido violento revela las carencias del sistema VioGén

maría g. san narciso

Juliana, de 32 años, en Buñol (Valencia); Manuela, de 30 años, en Sabadell (Barcelona); Sara Abigail, de 29 años, en Madrid; una mujer de 76 años –de la que se desconoce el nombre– en Salou (Tarragona); y Margarita, de 36 años en Alicante han sido asesinadas este fin de semana. Dos de ellas habían denunciado a su presunto agresor, el resto no. Son diez hombres los que han asesinado a 11 mujeres, un niño y una niña, desde el pasado 29 de junio y hasta este domingo. ¿Qué está fallando? Para comenzar, lo más obvio: que hay quienes continúan maltratando y asesinando a sus parejas o exparejas. Para seguir, según los expertos consultados, que el asesinato machista es el culmen a una historia de violencia, que se expresa de múltiples formas, y que puede durar hasta décadas sin que nadie haya sido capaz de actuar para evitar que continúe. Tras el último comité de crisis, los titulares de Igualdad y de Interior reconocieron que podían existir fallos en el sistema. «El modelo no es infalible, pero salva muchas vidas», enfatizó Fernando Grande-Marlaska.

El mensaje que manda el Gobierno es que hay que denunciar. En dos décadas se han multiplicado por 10 las denuncias por violencia de género tramitadas en los juzgados: si en 2004 se situaban en torno a las 20.000 anuales, en 2023 hubo un total de 199.282. Una de las razones es que muchas víctimas se sienten ahora más empoderadas para decir «hasta aquí hemos llegado». En los últimos años, un tercio de las mujeres asesinadas habían anunciando su intención de separarse, lo que incrementa exponencialmente el riesgo de que suceda el terrible final. n