Era Álvaro Morata, el capitán del equipo, el que bajaba la Copa del autobús que trasladaba a la Selección Española de Fútbol desde el estadio hasta el hotel tras la victoria ante Inglaterra por dos goles a uno en la final de la Eurocopa. Decenas de aficionados españoles, desplazados a Berlín para ver el partido, esperaban a la Roja. Entre gritos, cánticos y aplausos eran recibidos los jugadores y el equipo técnico.