El túnel del tiempo de la Catedral

El archivo del primer templo de la diócesis de Córdoba conserva unas 4.000 piezas que cuentan su historia desde la Edad Media, alojadas en el antiguo sabat de Alhakén II

Pilar Cobos

Pilar Cobos

«El Archivo de la Catedral de Córdoba ocupa el espacio del antiguo sabat. El pasadizo por donde el califa Alhakén II pasaba desde el palacio hasta la mezquita. Cada viernes, cuando dirigía la oración, pasaba por este lugar. Al finalizarla, recibía a los dignatarios en este mismo espacio donde estamos. Es un lugar realmente tocado por la historia», explica Jesús Daniel Alonso, canónigo archivero adjunto, añadiendo otros detalles sobre las instalaciones que acaba de abrir a Diario CÓRDOBA. 

En su mesa se observan papeles, un ordenador y otros elementos como una botella de gaseosa Vilella, de principios del siglo pasado, que unos albañiles dejaron en el tejado con un documento en el interior. Este sacerdote cordobés, que estudió Bienes Culturales de la Iglesia en Roma, donde se doctoró, y se formó también en la Escuela del Archivo Secreto Vaticano (hoy Archivo Apostólico Vaticano), utiliza la botella centenaria como lapicero. 

Al comienzo de la entrevista, precisa que el Archivo de la Mezquita-Catedral «no se visita normalmente, se utiliza» por parte de aquellos investigadores que solicitan este servicio al Cabildo. Admite que el número de documentos que se conservan en él «es incalculable». «Estamos hablando de un archivo que corresponde a una de las instituciones más importantes de Córdoba. Solo hay una parangonable al Cabildo Catedral, que es el Ayuntamiento. Son las dos más antiguas en la ciudad», subraya. En este espacio se guardan unas 4.000 piezas archivísticas y Jesús Daniel Alonso precisa que «hay cajas que contienen cientos de documentos. Por eso es muy difícil calibrar el número exacto». También destaca la «importante» labor de catalogación y de inventariado que realizó Manuel Nieto, fallecido en noviembre del año pasado. «No se ha terminado, pero se ha avanzado mucho», señala. 

Recuperación: Patricia Gómez es conservadora y restauradora del Archivo de la Catedral.

Recuperación: Patricia Gómez es conservadora y restauradora del Archivo de la Catedral. / FRANCISCO GONZALEZ

Almacenadas en unos 850 metros de estanterías (el Archivo Apostólico Vaticano tiene casi 70 kilómetros, según recuerda a modo de ejemplo), las piezas cuentan la historia de este templo. «Un archivo es el espejo de una institución», recuerda.

En el caso de la Catedral, se conservan documentos como aquellos relativos a «la mesa capitular (los bienes con los que cuenta para su funcionamiento); los estatutos de limpieza de sangre (cuando se establecen unos criterios sobre quién accederá a las canongías); las actas capitulares (las reuniones que hacía el Cabildo cada vez que, a toque de campana, eran convocados los canónigos)...», detalla este responsable.

La Catedral guarda documentos como los relativos a la mesa capitular o estatutos de limpieza de sangre

«Teniendo en cuenta el tipo de edificio, antigua mezquita, y lo que suponía una catedral en la Edad Media y en la Edad Moderna, eso ha generado una información y una documentación relativa al funcionamiento de un cabildo que verdaderamente lo hacen único. Pero es que, además de archivo, aquí se conserva la Biblioteca capitular, los libros que eran necesarios para el uso del Cabildo: de derecho, de liturgia, de historia, de poesía, donaciones...», indica.

Incunables y códices

Pese a la relevancia histórica de las obras que contiene, muchos cordobeses desconocen la existencia de este lugar. El canónigo archivero adjunto admite que «todo el mundo conoce la Catedral, antigua mezquita, el mihrab, el crucero… Pero muchas personas se quedan en eso, en lo que verdaderamente abruma. Este edificio es mucho más rico. El hecho de que haya sido catedral durante casi 800 años lo ha enriquecido de una forma singular», reivindica.

El Archivo apenas conserva algunos documentos de época islámica, porque «Felipe II pidió los que había y se trasladaron a la Biblioteca de El Escorial en el siglo XVI («A ver quién le dice que no al rey», bromea). Solo han aparecido algunas piezas en encuadernaciones», puntualiza Jesús Daniel Alonso. Así, el fondo archivístico es posterior a la Reconquista y, prácticamente, el fondo librario también, «aunque tenemos libros anteriores que vinieron después», matiza. 

En las instalaciones: María Dolores Zafra trabaja en su mesa.

En las instalaciones: María Dolores Zafra trabaja en su mesa. / FRANCISCO GONZÁLEZ

De este modo, respecto al valor de las obras que se guardan en la Mezquita Catedral, hace hincapié en que «estamos hablando de la tercera biblioteca en número de incunables de España (con unos 600, procedentes en gran medida del legado testamentario del obispo Martín Fernández de Angulo), por detrás de la Biblioteca Nacional y la Colombina de Sevilla. Además, tenemos un número apreciable de códices, casi 200. Entre ellos, dos piezas del siglo X, una única en el mundo y otra la más antigua de las que hay, que es el Esmaragdo».

En sus instalaciones se pueden encontrar otras piezas como una colección única de cantorales («cada hoja es una oveja», indica sobre la materia prima con la que se elaboraron) y de libros de polifonía. Admirado por la belleza de estos libros que eran utilizados en el coro (los primeros son de finales del siglo XV), este canónigo subraya que «para el culto, lo mejor». 

Isabel La Católica

Jesús Daniel Alonso reconoce que el Archivo de la Catedral «es una caja de sorpresas» y recuerda que «hace poco apareció un libro de grabados que había utilizado un pintor de modelo, pero a la vez le servía de cuaderno de apuntes. Es napolitano, de 1650. Una preciosidad». 

Junto a este, alude al famoso Esmaragdo, el códice número uno, que pesa 14 kilos. Es una colección de homilías que pinta Florencio de Valeránica, un monje. Un investigador, sacerdote de Madrid, descubrió que había pertenecido a la reina Isabel La Católica a través de una firma que había sido borrada, de Felipe Bigarny, que se pudo leer con ultravioletas. «Bigarny se encargó de la testamentaría de Isabel La Católica y se sabía que en sus bienes había un Esmaragdo», aclara. 

También reseña el descubrimiento del «catálogo de las piezas que se llevaron los franceses. La plata que hubo que fundir para pagar el rescate que pidieron a la Catedral», y la conservación de El libro de las Tablas, del siglo XIV, que ha estado expuesto recientemente en Toledo, en una muestra en torno a Alfonso X El Sabio. «Es muy importante, porque recoge toda la documentación, los privilegios que los reyes han dado al Cabildo», explica. 

Entre los tesoros figuran, asimismo, el Álvaro Cordubense, un libro del siglo X de las obras de Álvaro Paulo, que es un amigo de San Eulogio. «Estamos hablando del siglo IX, de la época de los musulmanes. En este libro se copian sus obras y algunas cartas que tiene con un cristiano que se convierte al judaísmo. Es único, no se conserva ningún otro ejemplar en el mundo», insiste. 

Miniatura dibujada en un cantoral.

Miniatura dibujada en un cantoral. / FRANCISCO GONZÁLEZ

En último lugar, indica que «conservamos, incluso, un catálogo de una biblioteca cordobesa de la época de los visigodos y está en El Escorial. Una biblioteca donde aparecen libros cristianos y paganos, del clasicismo romano, lo que nos dice que Córdoba era realmente una ciudad importante también en la época visigoda, porque permitía que hubiera personas con una buena biblioteca», manifiesta. 

Jesús Daniel Alonso hace hincapié en la idea de que, «en general, cualquier documento que se conserva aquí, de alguna manera, sobrepasa el tiempo. Entre aquellas personas que vivían en los siglos XIII, XIV o cuando fuera y nosotros, hay un puente y es el papel o el pergamino. Todo archivo se convierte en una especie de túnel del tiempo», describe. Con objeto de sanar las piezas más deterioradas por este transcurrir de los siglos, hace dos décadas impulsaron un taller científico para la restauración, que tiene un trabajo «inabarcable», según reconoce este responsable. 

Felipe II solicitó las piezas de época islámica y se llevaron a la Biblioteca de El Escorial

Patricia Gómez trabaja en el Archivo de la Catedral como conservadora y restauradora, y el equipo incluye a Lourdes Pérez, que es documentalista; María Dolores Zafra, auxiliar, y Alberto Estévez, informático. El archivero titular es Manuel Montilla y el trabajo de todos ellos se presume intenso dado que, como recuerda Jesús Daniel Alonso, «un archivo solo se cierra cuando muere la institución».  

Nuevo edificio

«Eso de que en la Edad Media había solo oscurantismo, no, no. Había ocupación y preocupación por fijar la cultura para las generaciones venideras», asegura Manuel Montilla al ser preguntado por la finalidad de estas instalaciones. 

El canónigo archivero se incorpora a la entrevista tras finalizar su clase en el seminario de San Pelagio. Acerca de sus preferencias entre las piezas que se conservan en la Mezquita Catedral, afirma que «me gustan mucho los primeros que trajeron los cristianos, porque ponen de manifiesto que vienen con sus libros o aquellas herramientas de trabajo que les servirán para desenvolverse en la nueva situación. No solo vienen con sus ideas, sino también con sus herramientas, sus libros, sus bibliotecas. Ese es un aspecto importante, el modo de entroncarnos de nuevo con esa población y civilización que nos traen», opina.

Las instalaciones del archivo exhiben un plano de la Mezquita Catedral.

Las instalaciones del archivo exhiben un plano de la Mezquita Catedral. / FRANCISCO GONZÁLEZ

En cuanto al futuro, Manuel Montilla confía en que dentro de dos años pueda estar listo el nuevo edificio del archivo, que se levantará en un solar del Cabildo en la calle del Caño Quebrado. El canónigo archivero lamenta que el espacio actual «nos queda pequeño» y «no es el lugar más adecuado, pensando en la seguridad y la estabilidad de los documentos». A esto añade que se trata de unas instalaciones a las que acuden los investigadores y «no hay una sala donde puedan estar», mientras que tampoco tienen una estructura informática que facilite la digitalización de las piezas. «Es un archivo muy interesante, pero se ha quedado estancado. Para buen provecho de su depósito y que pueda seguir sirviendo a los investigadores, nos está pidiendo el nuevo edificio», asegura.  

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