Memoria histórica

Cordoba inicia la toma de muestras de ADN a familiares de represaliados entre el dolor y la esperanza

La oficina abierta por el Ayuntamiento recoge este viernes el material genético para cruzar los datos con las exhumaciones que se están llevando a cabo en el cementerio de La Salud

José López, muestra las fotografías y documentos de su abuelo fusilado.

José López, muestra las fotografías y documentos de su abuelo fusilado. / A. SÁNCHEZ

Adrián Ramírez

Adrián Ramírez

"A mi padre le destrozaron la vida"; "Quiero encontrar a mi abuelo para enterrarlo con mi madre"; "Mi padre está en un ataúd a 25 metros de la fosa donde está el suyo, quiero que descansen juntos". Estos son algunos de los testimonios que se escuchan este viernes en la oficina de atención a los familiares de los represaliados del franquismo de Córdoba, donde realizan las pruebas de ADN para las exhumaciones que se están llevando a cabo en el cementerio de La Salud. Son hijos, nietos y sobrinos de personas que un día fueron fusiladas sin un motivo más allá que su ideología política y que, casi un siglo después, siguen peleando por una sepultura digna.

El goteo de gente en el espacio habilitado en el centro cívico de Lepanto es constante. La mayoría de ellos acuden con esperanza "porque es lo último que se pierde" cuenta Fernando Cano. Busca a su abuelo, del mismo nombre, un agricultor "que decían que era sindicalista, pero mi abuela y mi padre siempre lo negaron", cuenta. "En el campo no le pagaban después de la guerra, así que protestó junto a otros compañeros", recuerda. Fue arrestado y estuvo un año en la cárcel de Burgos. En 1940 volvió a Córdoba, donde fue asesinado el 1 de mayo en el Alcázar. "Lo hago por mi padre, porque puedan descansar juntos le destrozaron la vida, lo hago por él", asegura.

Una víctima muestra un documento que señala que su padre "falleció por los hechos sucedidos en 1936".

Una víctima muestra un documento que señala que su padre "falleció por los hechos sucedidos en 1936". / A. SÁNCHEZ

Teresa Ramírez, de más de 80 años, espera encontrar también a su abuelo, Antonio López. "Él y su tío eran de derechas, pero se empezaron a juntar con sindicalistas, especialmente el segundo", destaca. Su tío-abuelo fue ejecutado en Belmez y sus restos han sido localizados. En cambio, su abuelo, "solo por estar relacionado con ellos, lo pillaron, se lo llevaron a La Salud y lo fusilaron", describe. "Estoy aquí porque quiero que comparta ataúd con mis padres y poder grabar su nombre", sentencia.

Imágenes y documentos

Algunos llegan con imágenes de sus familiares, algo que ayuda en la identificación de los cuerpos. "Espero poder encontrar a mi abuelo antes de morirme, es lo único que me queda. Mi padre vivió con mucho miedo el resto de su vida", comenta José López, que llega con una foto suya. Antonio combatió en la batalla del Ebro por el bando republicano. Cuando acabó, trató de huir a Francia, pero lo arrestaron y lo mandaron a un campo de concentración. Desde el 39 hasta el 41 estuvo en varias prisiones del país hasta llegar a Córdoba, donde lo mataron junto a su tío. "Venir aquí tiene significado, ya que fueron fusilados en la antigua cárcel". López cree que la fosa donde están excavando y puede encontrarse su abuelo "está a 25 metros de donde está enterrado mi padre".

Teresa Ramírez, junto a su hija.

Teresa Ramírez, junto a su hija. / A. SÁNCHEZ

Hay quien incluso aportan documentos, como es el caso de Alfonso, que también trata de localizar a su abuelo, Francisco Urbano. "Se lo llevaron en agosto del 36 y lo liquidaron en una tapia del cementerio", narra. "Era un agricultor de 30 años sin afiliación, le arrestaron por rencillas", dice mientras muestra la ficha para la paga de viudedad de su abuela. Le tiembla la mano cuando lee la ficha que indica "murió a consecuencia de los hechos ocurridos en Córdoba en 1936". "Vamos muy tarde, debería de haberse hecho desde la Transición", sentencia.

Al escuchar este testimonio, Teresa López, que está por el padre de su madre, interviene. Tiene casi 90 años y no puede contener las lágrimas al contar que "mataron a varias personas y las dejaron junto al pozo donde iban las mujeres, por lo que mi abuelo fue con sus amigos a quitar los cadáveres (...) varios vecinos lo denunciaron y se lo llevaron a la cárcel, donde lo mataron en el 40". Respecto a la paga de viudedad, explica a duras penas que "mi abuela nunca la quiso cobrar porque se negaba a que no indicara el documento que fue asesinado".

Una de las entrevistas con los familiares antes de tomar las muestras de ADN.

Una de las entrevistas con los familiares antes de tomar las muestras de ADN. / Víctor Castro

Otros llegan con una vaga esperanza, como José Castilla. A su abuelo lo mataron en el frente de Madrid, donde combatía, "le pegaron un tiro mientras escapaba por un camino con su primo, al que le pidió que siguiera adelante", allí supuestamente lo liquidaron. No saben si está en una fosa común "o se lo han comido los perros", dice, por lo que sus esperanzas de hallar los restos "son prácticamente nulas".

El proceso de identificación

Sin embargo, la esperanza está presente en la mayoría de casos, aunque no en exceso. Eric Borja, uno de los encargados de entrevistarse con las víctimas y tomar las muestras, subraya que "la gran mayoría de ellos ya han venido a otras citas similares" y destaca el goteo constante de gente durante toda la mañana. Cuando finalice la jornada, mandarán las muestras al laboratorio de la Universidad de Granada donde "no sabemos cuánto tiempo van a tardar, ya que es el único para toda Andalucía y el proceso va muy lento", advierte. Destaca precisamente la importancia de los documentos para certificar el parentesco en aquellos casos donde "el material genético sea muy limitado".

José, Fernando, Alfonso, Teresa y tantos otros son el reflejo de una herida que España no ha sido capaz de restañar. Sus lágrimas y testimonios recuerdan de manera fehaciente que, tal y como repiten "aún sigue siendo necesaria la verdad, la justicia y la reparación".

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