HISTORIAS DEL CENTRO

El saqueo de Córdoba de 1808

El ejército de Napoleón necesitó 800 carros para  portar el enorme botín

El ejército de Napoleón necesitó 800 carros para portar el enorme botín / CHARLES CLIFFORD.

La capital cordobesa sufrió, recién iniciada la Guerra de Independencia española contra la invasión francesa, un saqueo de mano de las tropas imperiales de tal virulencia que incluso los propios oficiales del ejército francés reconocieron lo excesivo del ataque, que se extendió por varios días.

El 13 de junio de 1808 un improvisado ejército de 20.000 cordobeses trató de impedir la llegada de las tropas enemigas a la capital cordobesa a la altura del puente de Alcolea. La misión fue inútil, y los franceses, mejor organizados, derrotaron a los locales, que tuvieron que darse a la huida dejando indefensa la ciudad.

Según relata Miguel Ángel Ortí Belmonte en su monográfico «Córdoba durante la guerra de la Independencia», publicado en 1924, solo un par de horas después de la victoria en Alcolea, el ejército francés entraba en Córdoba por la Cuesta de la Pólvora dirigido por el general Pierre-Antoine Dupont, que echó abajo la Puerta Nueva a cañonazos. 

Los soldados entraron en la ciudad y se dispersaron rápidamente. En aquel momento, el juez de paz Pedro Moreno, vecino de la calle Borja Pavón número 2, cargaba su fusil. Desde el tejado de su casa, el magistrado apuntó a Dupont cuando lo vio pasar por la que hoy es la calle Alfonso XII. Disparó varias veces, pero solo consiguió matar al caballo. La soldadesca asaltó la casa del juez, a quien acuchillaron como a su mujer, su hija y todos los habitantes de la casa, salvándose solo una nieta de corta edad que un soldado sacó enganchada por la ropa en la bayoneta.

Dupont, iracundo, ordenó que se tocase a rebato y que no se respetase ni a los ancianos, ni a las mujeres ni a los niños. Comenzó el saqueo de Córdoba, en el que durante tres días de desafuero y descontrol no quedó casa sin ultrajar ni mujer sin violar, según los testimonios del suceso que dieron, incluso, los propios oficiales franceses como el coronel Clerc.

Del saqueo no se salvó ni el obispo, que tuvo que saltar la tapia del Palacio Episcopal para refugiarse en la finca aledaña. A pesar de ello, «fue alcanzado y pisoteado», según el relato de Ortí Belmonte, quien mencionaba que la rapiña se centró en las iglesias y monasterios, especialmente los femeninos. 

El importe del pillaje en Córdoba es incalculable. Según recoge Ramírez de las Casas Deza en su obra «Anales de Córdoba», sólo entre el equipaje del general Dupont constaban cinco millones de reales —la mitad del presupuesto del Ayuntamiento de la época—, 11 kilos de perlas y un pectoral del obispo de Jaén. De las casas consistoriales, los franceses sacaron diez millones de reales y otros dos millones y medio más del Palacio Episcopal. En total, el ejército de Napoleón necesitó más de 800 carros para portar el enorme botín de todo lo saqueado en Córdoba. También se apoderaron de toda clase de pertrechos de guerra, de vituallas y de caballos, «no dejando en la ciudad ni siquiera el del timbalero», explica Ortí Belmonte. Además, según un informe del interventor del Ayuntamiento de Córdoba, durante el saqueo de la ciudad los franceses se bebieron 1.100 arrobas de vino y aguardiente de las tabernas oficiales del municipio, es decir, cerca de dos litros por cabeza. 

No fue hasta el cuarto día de la dominación francesa cuando unas cuantas compañías militares comenzaron a «restablecer el orden entre los cuerpos del ejército que estaban sumergidos en la embriaguez, la lascivia y los excesos más desenfrenados», relataba Ortí Belmonte, quien apunta que, no obstante, aún se tardó otros cinco días en poner fin al saqueo. Tal fue la recaudación que los franceses desistieron de imponer ningún tipo de impuesto de guerra a la población.

Mientras tanto, Andújar se había levantado en armas, en Sierra Morena los bandoleros aniquilaban una a una todas las patrullas francesas que se encontraban y el general Castaños partía con un ejército más ordenado contra el invasor francés al tiempo que se producía la capitulación de la Armada francesa en la bahía de Cádiz. Ante estos acontecimientos, el día del Corpus de 1808, Dupont ordenó la evacuación de Córdoba. Los soldados, temerosos de la reacción del pueblo, huyeron despavoridos, agarrados al enorme botín que usurparon en la ciudad. Los cordobeses corrían tras de ellos y se unían a Castaños en busca de venganza. Finalmente, Castaños entraría en Córdoba el 23 de junio de 1808, y comenzaría a perseguir a Dupont hasta vencerle en la Batalla de Bailén