HISTORIAS DEL CENTRO

La Posada del Potro

La Posada  del Potro

La Posada del Potro / CÓRDOBA

En una ciudad de la riqueza patrimonial, histórica y cultural de Córdoba, no es extraño encontrar mil y un rincones destacados, pero solo uno de ellos puede presumir de haber sido mencionado en una de las obras literarias más universales, El Quijote, y no es otro que la Posada del Potro, ubicada en la plaza del mismo nombre, llamada así por la figurita que corona la fuente que preside la plaza, que fue mercado de ganado.

Cervantes no nació en Córdoba (sobre esto parece haber consenso) aunque sí estuvo vinculado a la ciudad. Su abuelo paterno era cordobés y algunos autores señalan que su padre trabajó en la capital cordobesa durante la infancia del autor, que podría haber pasado algunos años de su niñez en la localidad. Lo que sí se sabe es que el reconocido escritor se hospedó en varias ocasiones en la posada y ello explicaría que fuese nombrada hasta tres veces en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

La Posada del Potro es una antigua casa de corral de finales del siglo XIV que sirvió como lugar de hospedaje, núcleo comercial, casa de vecinos y prostíbulo (no por ese orden) hasta que el Ayuntamiento adquirió el inmueble a finales de 1971. En la primera mención de este lugar, en 1381, se denomina mesón de doña Teresa, por lo que la mayoría de los expertos datan el edificio en esta fecha. A mediados del siglo XV aparece como mesón de la Pastora, más tarde mesón de la Catalana y, a finales de este siglo, finalmente, mesón del Potro, nombre que ha mantenido hasta nuestros días. 

Cuando en 1924 la Plaza del Potro fue declarada Monumento Arquitectónico Artístico, la posada también adquirió tal consideración. Precisamente por ello, en 1947, Enrique Romero de Torres solicitó su adquisición pública, que se demoraría casi 25 años. Así, la casa estuvo funcionando como hospedería hasta 1972, cuando fue reformada para hacerla accesible al público. Su restauración y recuperación se debió, sobre todo, al empeño del que fue cronista de Córdoba, Miguel Salcedo Hierro, en aquel momento teniente de alcalde de Cultura.

En sus más de seis siglos de vida ha sido hospedería, casa de vecinos y prostíbulo

Junto a la reforma del 73, que tenía como objetivo convertir la Posada en un mercado de artesanía, que nunca llegó a instalarse, la intervención más importante en la edificación se llevó a cabo entre 2006 y 2010 con la idea de crear un museo dedicado al flamenco que apoyara la candidatura del flamenco a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. De esta forma, desde 2013, las instalaciones albergan el Centro Flamenco Fosforito, un centro de interpretación sobre una de las manifestaciones artísticas y culturales más arraigadas en Andalucía, declarada Patrimonio de la Humanidad en 2010. El espacio está dedicado a Antonio Fernández Díaz Fosforito, cantaor nacido en Puente Genil que figura entre los grandes referentes de este arte.

Al edificio, declarado Bien de Interés Cultural, se accede por un gran portón que da paso a un patio irregular de suelo empedrado en torno al cual se agrupan, en dos pisos, las estancias de la antigua posada. En la planta baja pueden visitarse las antiguas cuadras, mientras que en la primera planta se ubican las antiguas habitaciones de la posada. Justo a la entrada encontramos un lavadero que, probablemente, se usaba también de abrevadero para los animales. Destaca la baranda de madera del pasillo de la primera planta desde el que se accede a las distintas dependencias.

Y como buen edificio histórico, no le faltan las leyendas. Además de haber hospedado al autor del Quijote y aparecer en la novela —también se menciona en La feria de los discretos, de Pío Baroja, y en La mano de Fátima, de Ildefonso Falcones—, sobre la Posada del Potro existe una leyenda relacionada con un posadero de pocos escrúpulos que una noche de fuerte tormenta intentó robar a un capitán de los ejércitos del rey de Castilla, Pedro I El Cruel, que se alojó en la posada. Una joven trató de advertir al militar, que sorprendió al mesonero in fraganti y logró huir indemne. Dos semanas después, el militar volvió acompañado por el corregidor de Córdoba y el propio rey, quienes inspeccionaron la hospedería hasta encontrar unas galerías subterráneas donde se amontonaban tanto las joyas arrebatadas a otros viajeros como los esqueletos de los mismos, entre ellos, el del padre de la joven que había advertido al capitán, que era retenida por el tabernero. La leyenda termina con la boda de los jóvenes y el desmembramiento del posadero por dos potros -aquí la relación con el nombre de la plaza- por orden del rey.