LAS GUARDAS

Celebración

Joaquín Benito de Lucas

Joaquín Benito de Lucas / CÓRDOBA

Joaquín Benito de Lucas dirigió en los años ochenta, en la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado Santa María, en Madrid, un ciclo de lecturas poéticas bajo el título ‘Reflexiones sobre mi poesía’. El resultado de la intervención de los poetas se publicaba en un cuadernito a través de la Universidad Autónoma de Madrid. A ese ciclo acudieron, entre otros, Rafael Morales, José Hierro, Luis Jiménez Martos, Dámaso Alonso, Carlos Bousoño, Leopoldo de Luis, José García Nieto, Gabriel Celaya o Claudio Rodríguez.

El poeta reflexionaba sobre su obra a través de sus propios poemas; así, la publicación resultante recogía las palabras del vate intercaladas con sus poemas, con aquellos que el autor leía para explicar o poner en contexto su intervención.

Como en todos los aspectos de la vida existen participaciones gloriosas, y otras que rezuman ese sabor a rancio de las hormigas, o una vanidad sobrecogedora, o un desprecio al asistente que como receptor recoge siempre el guante.

Otra cuestión a mencionar eran las presentaciones de Benito de Lucas que, aunque mantenían ese equilibrio permanente, a veces resultaban un poco empalagosas. Eso de presentar haciéndose el protagonista no es algo que hayamos abandonado con el paso del tiempo.

El 12 de diciembre de 1984 le tocó el turno a Claudio Rodríguez, dejando una muestra de lucidez inolvidable. De esa intervención recogemos algunos párrafos de Rodríguez: «La celebración como conocimiento y como remordimiento. Como servidumbre, dando a esta palabra el significado más clarividente: el destino humano con todos sus adjetivos». «La respuesta consiste en la tensión entre la objetividad y la subjetividad». «La vida consiste precisamente en lo que el hombre acepta y en lo que condena». «El soñar no es sencillo, pero sí el contemplar». «Uno reside o se ausenta, es un intento de hallazgo del insoluble misterio que es la presencia de la realidad. Digo presencia y no percepción». «La poesía es la aventura entre la intimidad y la realidad».

Terminaba Claudio Rodríguez su lectura con estas palabras: «Por fin quiero terminar estos comentarios afirmando el sentido moral del arte, ..., en efecto, se celebra, se escribe (aunque uno no lo sepa de modo consciente) y lo que está marchito se hace jugo. Saber es mejorar».

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