NOVELA

El deseo y García Márquez

‘En agosto nos vemos’, la obra que no quiso publicar el escritor colombiano

Gabriel García Márquez. | DAVID DE LA PAZ / EFE

Gabriel García Márquez. | DAVID DE LA PAZ / EFE

«Este libro no sirve. Hay que destruirlo». Estas fueron las dos frases que lanzó el Nobel colombiano en su sentencia final del libro. ¿Por qué se ha publicado entonces y realmente es un libro que debe ser destruido? Los hijos, Rodrigo y Gonzalo, afirman en el «Prólogo» al mismo las razones de su publicación: «En un acto de traición, decidimos anteponer el placer de sus lectores a todas las demás consideraciones. Si ellos lo celebran, es posible que Gabo nos perdone. En eso confiamos». Sí que hay que celebrar esta obra que se lee con absoluto placer.

¿Por qué entonces ese juicio tan rubicundo de García Márquez hacia ella?

Creemos que para un escritor de su entrega y búsqueda de la perfección, y siendo consciente de sus últimos años con la pérdida de memoria galopante, el desvanecimiento de las facultades mentales, las muchas versiones... los hados no debían ser muy propicios a esta indagación de estilo, al último trazo que puliera el texto. Esta voluntad de exigencia justifica las palabras de García Márquez sobre una obra que realmente está muy lejos de sus grandes títulos, pero que tiene fragmentos y aromas claramente con olor a García Márquez, aunque falta el acicalado final, pero ahí está su inspiración sublimadora, su comprensión del ser humano y su gran tema: el amor.

Se trata de una novela de un centenar de páginas en la que, como dice el editor en la «Nota», trabajaba en 1999 en un trabajo donde habría cinco relatos autónomos con una misma protagonista: Ana Magdalena Bach. El primer cuento es «En agosto nos vemos», que García Márquez había leído unos días antes del 18 de marzo de ese año en la Casa de América en Madrid junto a Saramago. Su idea era que formara parte de un libro que incluiría otras novelas con el denominador común del amor en personas mayores.

La figura de la mujer y la construcción de su personalidad, sus deseos más íntimos, sus ocultamientos, sus penumbras y la sublimación de la sexualidad inundan todo el relato de Ana Magdalena Bach, una mujer en plena madurez, con dos hijos y casada con un hombre que aparentemente la ama y cuyo matrimonio parece avanzar por una senda normalizada, al menos en la espuma, en la apariencia. Porque es evidente que ambos encierran sus secretos.

La obra comienza un viernes 16 de agosto cuando Ana Magdalena Bach (el homenaje a la música es evidente) regresa en el transbordador de las tres de la tarde. Cada mes de agosto toma este para visitar a su madre en la isla donde yace enterrada. Ese viaje iniciático lo es hacia sí misma, hacia su mundo cercenado, hacia su eros imaginado, hacia una cultura no paternal, hacia la exaltación de un mundo propio y personal históricamente traicionado, como diría Foucault en su ‘Historia de la sexualidad’. El viaje novicial hacia un mundo que ya es suyo exclusivamente, un perfecto pretexto para construir otra visión de esta mujer, ahora presa del deseo, de la pasión... como pulsión máxima de un adulterio deseado. A través de procesos descriptivos simples, pero de gran perfección e interés (la mano del narrador colombiano está siempre presente), nos ofrece su recorrido y su contexto vital, así como los intríngulis de las razones de su madre para ser enterrada en la isla, casi un secreto, como veremos: «Era el único lugar solitario donde no podía encontrarse sola». A medida que su viaje se perfila va mostrándonos el autor las lecturas de ella: ‘Drácula’, ‘El lazarillo de Tormes’, ‘El viejo y el mar’, ‘El extranjero’... que invita al reconocimiento y la trascendencia de determinados placeres: la música, la ginebra con hielo y soda y el encuentro con un hombre, «ella lo conocía entonces como si hubiera vivido con él desde siempre». La relación entre ellos, el sexo..., sus deseos más líricos: «Ella le habló de los hábitos de las garzas en la noche». A partir de ese momento ella ya sería «otra». Cierto sentido de culpabilidad aflora al yacer con otro hombre sobre todo por la sensación de sentirse envilecida cuando le ofrece dinero. Surge así su vida, la reconstrucción de la memoria, la adaptación al esposo y la vuelta de nuevo a la isla para ser infiel: «Todo ese orden cambió desde que ella volvió a la isla». Un mundo construido fragmentariamente que García Márquez logra transmitirnos con maestría, con apenas unos trazos de impresionista que se adentra con resolución en la sensibilidad y la psicología de la mujer, van surgiendo amantes e inseguridades, pensamientos y lecturas de Borges, de ‘Crónicas marcianas’, y los cambios en su vida tras el tercer viaje cuando el marido comienza a hacerse preguntas y ella quiere descubrir también sus infidelidades en él.

El final misterioso es de una singular simbología y belleza, uno de los mejores logros de la novela que logra encender de nuevo la mecha del afecto y el reconocimiento hacia un escritor que se hizo universal desde su aldea, como ya en su momento nos dijo Tolstoi.

‘En agosto nos vemos’.

Autor: Gabriel García Márquez.

Editorial: Random House. Barcelona, 2024.

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