POESÍA

Un sísifo cotidiano, lo último de José Carlos Rosales

Un sísifo cotidiano, lo último de José Carlos Rosales

Un sísifo cotidiano, lo último de José Carlos Rosales / CÓRDOBA

‘Alguien lleva una piedra escondida en la ropa’ es el arriesgado título del nuevo poemario de José Carlos Rosales (Granada, 1952), editado por Bartleby. Aunque formalmente esté articulado en dos secciones, los treinta y ocho poemas forman un todo unitario en el que cada uno actúa como el fotograma de una historia urdida a base de una sutil red simbólica que, a modo de vasos comunicantes, confiere solidez y estructura. La lluvia, la ciudad, la casa, la familia, los hilos y, sobre todo, la piedra se convierten en el andamiaje de unas composiciones de extensión variable, en las que se fusiona con acierto el aliento narrativo con un inteligente lirismo y un hondo pensamiento metafísico, que se nutre de lo cotidiano para sondear el misterio de la existencia mediante la palabra precisa y con aristas, dando como resultado una poesía, en cierta medida, hermética. La primera sección ‘Fuera de servicio’, integrada por dieciocho poemas, comienza con una serie de personas perdidas que, bajo una lluvia implacable y destructora, espera un autobús que les sirva de cobijo, sin importar el destino. Alguna de ellas -metonimia de todo el género humano- lleva una piedra en el bolsillo, ignorando que quien está a su lado tal vez lleve otra. Sin saberlo, todos son portadores de una misma gran piedra y es, precisamente, esta ignorancia la que les hace sentirse cómodos y mínimamente seguros ante la intemperie.

Aunque son seres desorientados que vagan por un mundo en descomposición, se dirigen a casa, donde buscan cobijo; sin embargo, cuando entran solo encuentran un nido de ausencias y de vacíos (el padre que nunca ha estado, los secretos, los recelos...). De este modo, se codifica el símbolo del hilo, con el cual los personajes zurcen las heridas del alma y tejen sus historias de desamparo. Dicho hilo es el asidero al que aferrarnos ante el desastre.

Pero la lluvia no solo es destrucción, intemperie y desamparo. Así, poco a poco, este símbolo se enriquece y adquiere nuevas connotaciones hasta convertirse en el agua que da vida, que lima los contornos del mundo y del alma, haciendo que el sujeto poético vea todo más claro. Semejante proceso gradual culmina en la segunda sección, ‘Playa sin nadie’, donde la ciudad gris y monótona cede su lugar a ese territorio fronterizo en el que el sujeto poético se siente diminuto ante la inmensidad del horizonte y del agua. En dicho espacio, que es término e inicio, el sujeto deja la piedra, pero antes «la acaricia por última vez / y se aleja pensando que el tiempo / desde ahora será diferente: más ligero o más limpio, más claro». El guijarro, que es testimonio de quien lo ha portado en su ropa, una vez abandonado en la playa sufre la erosión del agua («el agua redondea lo que fue puntiagudo»), que va limando sus aristas («sin otro fin que hacer que lo hiriente renuncie / a seguir siendo arista, navaja o filo sangre!) y las del mundo, con lo que brota un indudable optimismo compatible con la ausencia de certezas en las que refugiarse, lo que obliga al ser humano a ser consciente de la intemperie y de la incertidumbre como forma de hacer más habitable la existencia.

‘Alguien lleva una piedra escondida en la ropa’.

Autor: José Carlos Rosales.

Editorial: Bartleby Editores. 2023.

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