Novedad editorial

Robert Ryan, el gringo torero, cuenta su historia

La editorial cordobesa El Paseíllo publica su autobiografía bajo el título 'Capas de olvido, desde las playas de California a las profundidades del toreo'

El torero Robert Ryan, durante una corrida.

El torero Robert Ryan, durante una corrida. / CÓRDOBA

Robert Ryan, un norteamericano que se vio atraído por el arte de la tauromaquia cuando lo descubrió en México apenas siendo un niño y después se convirtió en matador de toros, narra ahora su historia a través de una autobiografía que lanzará el 10 de abril la editorial cordobesa El Paseíllo, capitaneada por David González y Fernando González Viñas, bajo el título Capas de olvido, desde las playas de California a las profundidades del toreo' y que cuenta con el prólogo del diestro José Tomás.  

“No es un torero excesivamente conocido en España, aunque toreó en varias plazas de la península, pero realmente su carrera la desarrolló en México en los años sesenta”, comenta González Viñas, que asegura que este volumen goza de una prosa poética “preciosa y sorprendente” que lo convierte, literariamente hablando, en “una joya”. “No ha habido muchos toreros norteamericanos, pero él fue el mejor y tuvo su público”, prosigue el editor.

El relato parte del nacimiento de la vocación taurina de un niño nacido en California, absolutamente ajeno al hecho taurino, "pero dotado de una especial sensibilidad para el arte, la recreación literaria y la emoción", continúa González Viñas, asegurando que, consumada su entrada en el mundillo taurino, "su periplo como matador se llena de hechos, pensamientos y matices".

Colaboraciones

Este libro llega a manos del sello cordobés a través del escritor Paco Aguado, que también interviene en la obra con una introducción a Ryan ( Los Angeles, 1944), al que define como "un artista global, una rara especie de renacentista que, desde su California natal, se lanzó a un viaje iniciático por las mecas del toreo que acabó llevándole a la alternativa". El autor madrileño habla de "un torero hondo y sutil, de un pintor de trazo magistral y de un escritor trascendente más allá de tópicos y folklores" situando su flechazo taurino a través de su habilidad como dibujante.  

Por otro lado, relata González Viñas, cuando el torero José Tomás, gran amigo de Ryan, se enteró de la publicación de esta obra, pidió escribir el prólogo. “Ambos han tenido mucha relación porque Ryan ha pintado varios carteles para Tomás”, prosigue el editor.   "¿Cómo un "gringo" nacido en Los Ángeles puede llegar a comprender, a sentir, a vivir y desarrollar de una manera tan pura la tauromaquia?…" se pregunta en el prólogo José Tomás, que anima  a descubrir a este “hombre original y polifacético que lo dejó todo por amor al toreo”. “Escribe lo que realmente siente un torero”, sentencia José Tomás.

Robert Ryan se mantuvo en activo entre 1962 y 1982 antes de centrarse en su faceta pictórica, llegando diseñar el cartel de la Corrida de Beneficencia de Madrid en dos ocasiones y pintar los de la campaña de José Tomás en 2016. Como escritor, ha publicado las obras Vestigios de sangre, El toreo de capa, Trapío verde y Tercio de muerte', acompañando los textos con sus propias ilustraciones.

Tijuana, primera aproximación

El libro refleja la ciudad de  Los Ángeles de los años más dorados de Hollywood, los 50, una época que Aguado evoca, así como la plaza fronteriza de Tijuana, meca de los aficionados estadounidenses que podían saciar su afición en la misma raya con México, junto a las playas atlánticas. Fue en aquella plaza fronteriza, "donde aquel niño sensible de colegio de monjas vio por primera vez la sangre derramada a través de sus gafas de culo de vaso, entre mareos", señala el autor en el libro.

Después llegaría la influencia de matadores como Cagancho, Arruza, Procuna, los Solórzano... antes del viaje a España, el encuentro con Manolo Lozano, el mundo sórdido de las capeas, los entrenamientos en la Casa de Campo, las pensiones madrileñas y una carrera intermitente antes de tomar el pincel y la pluma como extensión de su vocación taurina, concluye González Viñas.