Teatro

Juan Echanove: "Nunca imaginé que el fascismo pudiera llegar a ser una opción de vida, sobre todo para los jóvenes"

El actor dirige ‘La reina de la belleza de Leenane’, de Martin McDonagh, una historia descarnada sobre cuidados y maltrato con María Galiana y Lucía Quintana al frente del reparto

El actor y director teatral Juan Echanove, que acaba de estrenar ‘La reina de la belleza de Leenane’ en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.

El actor y director teatral Juan Echanove, que acaba de estrenar ‘La reina de la belleza de Leenane’ en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. / SERGIO PARRA

Marta García Miranda

Dice que nunca ha estado mejor y que está “como un niño” a sus 63 años y con 45 de profesión a sus espaldas. Juan Echanove vuelve a la dirección teatral, tras obras como Ser o no ser o Asamblea de mujeres, con un texto del cineasta y dramaturgo británico Martin McDonagh, La reina de la belleza de Leenane, que ya llevaron a escena directores como Mario Gas, Álvaro Lavín o Julio Manrique.

Una obra descarnada y crudísima ambientada en un pequeño pueblo de Irlanda “sobre la dependencia, el egoísmo, la frustración, las oportunidades perdidas y la soledad” protagonizada por dos mujeres: una madre enferma y dependiente y una hija de cuarenta y tantos atrapada en un rol de cuidadora que la ahoga. Ambas, víctimas y verdugos, comparten un mismo universo de maltrato, toxicidad y precariedad afectiva y económica, interpretadas por María Galiana y Lucía Quintana, que comparten escenario con Javier Mora y Alberto Fraga.

Después de su estreno en Avilés el pasado marzo y gira posterior, el montaje acaba de entrar en el Teatro Infanta Isabel de Madrid y Echanove conversa con este diario antes de empezar a rodar la segunda temporada de la serie Memento Mori, basada en la novela de César Pérez Gellida, y de afrontar su segunda incursión en la lírica, tras Pan y Toros, con la dirección de El bateo y La revoltosa en la nueva temporada del Teatro de la Zarzuela.

P. Lleva compaginando desde 2005 su carrera de actor con la de director. ¿Por qué decidió dar ese salto?

R. Tiene que ver con que siempre que he trabajado en teatro he tenido la enorme fortuna de ser dirigido por muy buenos directores y me ha interesado muchísimo el trabajo que hacían. Y uno empieza a pensar que hay todavía una parcela por encima de la interpretación que es la de dar tu visión, tu punto de vista sobre cómo quieres contar una historia, y empieza a desarrollarse en mí la idea de que hay que dar un salto. Además, es una parcela que convive muy armoniosamente con la del actor, en ningún momento una obstaculiza a la otra, sino todo lo contrario, se complementan y alimentan.

P. ¿Quién ha sido su principal referente como director? ¿Quién le ha marcado e inspirado?

R. Lluís Pascual. Para mí es personalidad, es gusto, medida y construcción de momentos inolvidables, sin duda alguna. Te podría decir también Calixto Bieito, Maurizio Scaparro, Jorge Eines o Gerardo Vera pero, si tengo que escoger a uno, mi referente siempre ha sido y será Lluís.

Yo he trabajado muchas veces con Lluís Pascual en elencos numerosos o incluso en uno unipersonal y nunca he observado las cosas que luego denunciaron"

P. ¿A pesar de que Lluís Pascual fuera acusado de maltrato por parte de sus compañeras del Teatre Lliure?

R. Sí, sí, las situaciones tensas que puedo haber vivido en un escenario con Lluís no han sido tales, sino que las identifico como las que he vivido con todos los directores con los que he trabajado porque este trabajo no es fácil y porque muchas veces la tensión lleva a momentos enormemente complicados. Yo he trabajado muchas veces con él en elencos numerosos o incluso en uno unipersonal y nunca he observado las cosas que luego denunciaron, pero es que esta profesión es muy complicada y a veces no satisface las expectativas de algunas personas. En todo caso, eso nunca ha pesado en mí.

P. ¿Se lo pasa bien dirigiendo?

R. Lo paso fenomenal, pero también te diré que sufro una barbaridad, que son muchísimas noches sin dormir, que esos 42 días de ensayos, cuando ves que se va acercando el momento del estreno, son una agonía, pero es una dulcísima agonía, una agonía enormemente deseable.

María Galiana y Lucía Quintana en 'La reina de la belleza de Leenane'.

María Galiana y Lucía Quintana en 'La reina de la belleza de Leenane'. / SERGIO PARRA

P. ¿Por qué en estos tiempos un tanto oscuros elige una obra tan desesperanzada como La reina de la belleza de Leenane?

R. Igual por eso mismo que dices, porque los tiempos son muy oscuros. Porque creo que si hay algo que da vida al teatro por encima de otras artes es que afronta con una enorme valentía y sinceridad la sociedad que ha de interpretar. Yo veo una sociedad enormemente caótica a mi alrededor, cada día más, en lo humano, en lo geográfico, en lo geopolítico, en lo político, pero sobre todo en lo afectivo. Hay un problema muy importante y es que las generaciones jóvenes ven parcialmente destruidas sus posibilidades de evolución en cuanto a sus anhelos, sus sueños y su futuro más inmediato porque se encuentran en una sociedad que no les da soluciones. A la vez, las generaciones anteriores, que tienen ya una edad avanzada, se encuentran sin recursos económicos para poder disfrutar de una vida tranquila. Y en Martin McDonagh encuentro una manera de afrontar ese caos y de contar esa verdad muy descarnada, sin obviar la presencia del sentido del humor negro. Y él es un tío de una cultura anglosajona que tiene poco que ver con la mía, pero es que yo soy un hijo de [Rafael] Azcona, que me enseñó desde el primer momento a no tener miedo a la estridencia que produce el humor dentro de la tragedia. Yo no quiero subrayar nada con La reina de la belleza…, pongo todo el universo encima de la mesa y el espectador decide y toma partido por quien crea mejor, por la madre o la hija, o por la vida tan destrozada que tiene Pato Dooley, que es un personaje condenado a buscarse la vida en otro país, es un emigrante que vive en un puto barracón por una mierda de sueldo para poder subsistir, o por ese pobre joven mensajero cuya expectativa es abandonar el pueblo donde vive porque lo odia, pero seguramente acabará muerto en un callejón de Manchester o de Londres por una sobredosis o con un tiro por la espalda por trapichear con droga.

Mientras uno tenga fuerza para decir dos palabras seguidas y que esas dos palabras puedan ser escuchadas, desde luego yo no estoy dispuesto a convivir con el fascismo. Ni con el fascismo, ni con los aledaños del fascismo"

P. Toda esa frustración de la que habla la obra está siendo canalizada, en parte, por la ultraderecha y el fascismo

R. Absolutamente y me siento descorazonado. Nunca hubiera podido imaginar tener que contemplar, observar o incluso participar de lo que se está produciendo en la sociedad. Nunca hubiera podido imaginar que el fascismo pudiera llegar a instalarse como una opción de vida, sobre todo en la gente más joven. Me descorazona. Y, dentro de mis posibilidades, sigo pensando exactamente lo mismo que el primer día que tuve conciencia política o conciencia de clase, que hay cosas que no se pueden tolerar en la convivencia. Una cosa es la tolerancia, el comportamiento democrático, pero mientras uno tenga fuerza para decir dos palabras seguidas y que esas dos palabras puedan ser escuchadas, desde luego yo no estoy dispuesto a convivir con el fascismo. Ni con el fascismo, ni con los aledaños del fascismo.

P. En esta obra, McDonagh vincula esa relación de maltrato entre una madre y su hija con unas condiciones materiales muy precarias

R. En esta vida no es lo mismo ser millonario que ser pobre. Los personajes de McDonagh generalmente están en un nivel de escasez límite, no solamente en lo geográfico, sino que les define su escasez de recursos económicos. Y en ese mundo, el maltrato entre una madre y una hija fundamentalmente tiene que ver con la falta de expectativas vitales del día a día. La falta de recursos económicos hace que la carga de tener que cuidar continuamente a una persona dependiente sea el doble de pesada de lo que pueda ser cuando sí tienes recursos y puedes disponer de residencias, y no es lo mismo una residencia privada que una pública, y no es lo mismo una pensión mínima que una máxima. Y, desde luego, el odio que se puede generar en una situación así es palpable.

Al día siguiente [de mi salida de Cuéntame] no esperé a que sonara el teléfono, me puse a crear mi propio espacio de trabajo y a hacerme las grandes preguntas: ¿Por qué eres actor? ¿Por qué eres director?

P. Lleva algunos años hablando de cosas que antes no había verbalizado públicamente: su salida de la serie Cuéntame cómo pasó o las condiciones de trabajo y grabación de Un país para comérselo. ¿Ha perdido el miedo o la paciencia?

R. Bueno, no lo había contado antes porque no me había ocurrido, no es que haya estado callándome durante mucho tiempo. Lo que pasa es que me veo envuelto en una situación en la que se produce una enorme injusticia conmigo en el trato y me veo como muchos otros ciudadanos de este país a los que, de un día para otro, les ponen en la calle y no les dicen ni gracias por los servicios prestados. Al día siguiente [de mi salida de Cuéntame] no esperé a que sonara el teléfono, me puse a crear mi propio espacio de trabajo y a hacerme las grandes preguntas: ¿Por qué eres actor? ¿Por qué eres director? ¿Por qué haces todo esto? ¿Cómo quieres hacerlo? Y, sobre todo, ¿cómo quieres seguir manteniendo tu relación con un público con el que llevas trabajando desde hace 45 años?

P. ¿Cuáles fueron las respuestas?

R. Yo no veo el mundo a través de lo que me ocurre solo a mí, me interesa bastante menos lo que me pasa a mí como intérprete en una serie de televisión o en el teatro que la situación de precariedad que sufre mi profesión. Y eso me preocupa, eso sí que me duele, es una barbaridad. De siempre, mi ideología está basada fundamentalmente en que pertenezco a un grupo, llámalo conciencia de clase o como quieras, pero pertenezco a un grupo de personas y siempre he pensado que somos todos iguales, independientemente del lugar que ocupemos dentro de la escala laboral, social, mediática, humana… Pertenezco a una profesión en la que solo el 5% es capaz de vivir dignamente de ella con el esfuerzo y la carga emocional que supone dedicarse a esto, y eso es algo con lo que me despierto y me acuesto cada día.

Juan Echanove (a la izda.), con el equipo de 'La reina de la belleza de Leenane'.

Juan Echanove (a la izda.), con el equipo de 'La reina de la belleza de Leenane'. / SERGIO PARRA

P. En su profesión, como en la cocina, de la que tanto sabe, hay platos y comida de pobres, hecha con sobras

R. En nuestra profesión llevamos alimentándonos de sobras toda la puta vida. Históricamente, no nos hemos sentado nunca a una mesa en condiciones. Siempre hemos sido criticados, siempre han desconfiado. Las cosas que se han dicho de nuestra profesión como intérpretes son más graves de las que se pueden decir hoy en día los grupos políticos en el Parlamento. Y estamos tan acostumbrados al insulto que ya lo único que nos fortalece es el abrazo de los compañeros. Nada más.

Hay todo un fenómeno mediático alrededor elaborado, sobre todo, por la derecha y la ultraderecha, según el cual somos gente que vive del cuento"

P. ¿Qué cree que debería hacer y no está haciendo el actual ministro de Cultura, Ernest Urtasun?

R. Siempre hemos dicho que hay que desarrollar el estatuto de artista y debe tener sus prestaciones visibles. Yo he visto pasar a tantos ministros de Cultura de uno y otro partido... Y todos, frente a mi colectivo, al final creo que no han hecho nada. Estamos hablando ahora de esa precariedad y no veo a Urtasun ni he visto nunca a nadie decir ‘esto lo vamos a arreglar’. ¿Por qué? Porque hay todo un fenómeno mediático alrededor elaborado, sobre todo, por la derecha y la ultraderecha, según el cual somos gente que vive del cuento. Así que, cuando lo vea, me lo creeré. Pero después de 45 años de trabajo, de haber empezado en la Transición, de haber vivido el golpe de Estado siendo actor, no he visto a ninguno de los ministros afrontar las cosas realmente importantes de mi profesión. Otra cosa es la cultura en general, ¿eh? Porque uno tampoco puede pensar que el ministro de Cultura está solo para los actores. Pero no sé por qué, al final siempre acabamos comiendo sobras.

P. Hace unos días se presentó la nueva programación de los Teatros del Canal y el consejero de Cultura de la Comunidad de Madrid, Mariano de Paco, decidió responder él mismo a las preguntas de la prensa, sin permitir que lo hicieran los responsables artísticos, porque “yo soy el jefe’, dijo. ¿Qué le dice esto?

R. Más allá del hecho en sí, lo más jodido es comprobar cómo la gente que ha estado en tu lado, cuando tiene una parcela de poder, se olvida de dónde viene. Eso es lo más descorazonador y lo más peligroso. Y cuando una persona se olvida de dónde viene, su discurso, a mí particularmente, no me interesa.

Si hay un momento en el que la vida no merece la pena ser vivida, no creo que haya que prolongarla"

P. La reina de la belleza de Leenane, ¿le ha hecho pensar en la vejez y en ese momento en el que también necesitará que le cuiden?

R. Mucho, mucho. Yo creo, de una manera muy sincera, que el debate de la eutanasia es algo que hay que afrontar. Tenemos cultura de la vida, pero no tenemos cultura de la muerte. Deberíamos afrontarlo y sería algo verdaderamente revolucionario. Y, de verdad, si hay un momento en el que la vida no merece la pena ser vivida, no creo que haya que prolongarla.