EL ANÁLISIS

Las claves del España-Italia: la roja repasa a la azul

Donnarumma desvía uno de los remates de España.

Donnarumma desvía uno de los remates de España. / J. J. Guillén / Efe

Si Italia es la campeona de Europa y ese es su nivel, España puede sentirse optimista. El cara a cara resultó demoledor. No solo por la diferente producción ofensiva (19 tiros a 4), sino por el juego desplegado. Habló Luciano Spalletti de "la escuela futbolística" española. Le faltó anteponer el adjetivo "alta".

España devoró el plato fuerte del grupo con un despliegue técnico que debió acomplejar al seleccionador italiano, enfrascado en renovar el arquetipo del juego transalpino. Le costará trabajo. No hace falta que mire a la portería, Solo se salvó Donnarumma, que le ahorró una catástrofe. La roja avergonzó a la azul.

Lamine Yamal intenta un disparo parabólico en el España-Italia.

Lamine Yamal intenta un disparo parabólico en el España-Italia. / Christophe Neundorf / Efe

1. Mejor tener regateadores

Hizo la siguiente reflexión Luciano Spalletti en la vìspera. "No se puede jugar con diez regateadores", dijo a modo de preámbulo, en referencia a Lamine Yamal, "también es importante jugar con un futbolista al que no le regatee nadie". España cuenta con varios regateadores e Italia carece de esta tipología. Y es mejor tenerlos que no tenerlos. Son más valiosos. Los creadores cuentan con una carga de talento que les falta a los jugadores sin ingenio.

Lamine Yamal se enfrentaba a Federico Dimarco, que no es precisamente el defensa más aguerrido del planeta, y le superó en cada duelo. Dejó ruletas y quiebros (4 regates buenos de 6), contra Italia como si delante estuviera Malta y se tratara de un amistoso. En la otra banda, Nico Williams se midió con Giovanni di Lorenzo y le venció desde el minuto uno: acertó en 4 de 10 regates, pero dio el centro del gol y disparó al larguero. Dieron espectáculo. Federico Chiesa, el único extremo transalpino, dio pena.

De la Fuente da instrucciones a Nico Williams durante el España-Italia.

De la Fuente da instrucciones a Nico Williams durante el España-Italia. / J. J. Guillén / Efe

2. Pedri juega, remata y marca

España solo hizo un cambio respecto al día de Croacia. Hubo cambios más sutiles. Pedri, otro regateador, recibió una misión añadida, particular, al duelo. En la fase defensiva tendía a ir hacia el centro para vigilar a Nicolò Barella, el doble pivote junto a Jorginho, y quien se encargaba de enlazar el juego entre los defensas y los delanteros.

Pedri marcó a Barella sin olvidarse de jugar, la misión principal. Nadie le atosigó y pudo moverse a sus anchas. Disfrutó de tanta libertad que pudo conectar tres remates con sus llegadas, dos muy claros. Imperdonable que no acertara. “No me lo puedo creer”, se leyó en sus labios. Álex Baena retomó la faena de Pedri, igual que Ayoze y Ferran dieron una tregua a Lamine Yamal y Williams, que recibió el MVP. Contrajo idénticos méritos Donnarumma.

Chiesa y Cucurella, en un lance del partido.

Chiesa y Cucurella, en un lance del partido. / La Presse / AP

3. Italia no sabe poseer

Ese 4-2-3-1 defensivo español era el punto de partida ofensivo de los italianos. Nunca pudo progresar Italia por el centro, y se vio obligada a avanzar por las bandas. No tenía Spalletti regateadores. Chiesa nunca burló a Cucurella y Carvajal esperaba las llegadas de Dimarco, otro defensa.

Tan desfigurado vio Spalletti a su equipo que practicó dos cambios en el descanso. Nada arreglaron. Tenían una voluntad puramente correctora, sin potenciar ninguna virtud propia. Dos sustituciones añadió a la hora de partido, poco después del autogol de Calafiori, nacido del enésimo centro de Williams. Siguió sin tener el balón, incapaz de hilvanar una cadena de pases más o menos decente.

Luis de la Fuente y Fabián Ruiz, a punto de abrazarse con el pitido final.

Luis de la Fuente y Fabián Ruiz, a punto de abrazarse con el pitido final. / Friedemann Vogel / Efe

Nada le duraba la pelota a Italia, que pudo advertir lo lejos que está de España. El 1-0 sólo mantuvo la incertidumbre del resultado, no las certezas que se observaron sobre el césped.