Opinión | Caligrafía

miguel donate salcedo

Cambios odiosos

Han cambiado el papel de los cuadernos que me gustaban y ahora la tinta de la pluma se ve a dos folios, como si estuviera escribiendo en la panza de una rana de cristal. Estoy casi seguro de que han cambiado, además de algunos detalles del frasco, la fórmula del perfume que utilizaba yo por herencia, porque era el de mi padre, y ni siquiera es un perfume que me quede muy bien, pero después de más de veinte años es una faena. Es cosa cierta que han cambiado la fórmula del Floïd, al comprarlo una empresa italiana, y ya ni quema tanto ni dura tanto ni hace lo que tiene que hacer como tenía que hacerlo. Comprendo que las cosas tienen que evolucionar, pero hay ciertos productos que tienen gracia cuando no cambian, y la gracia del Floïd es que se te huela llegar, como embalsamado; y todo el armario huela a lo mismo cinco lavadoras después, y se pueda seguir tu rastro como el de un animal mítico y espléndido.

La empresa lo da y la empresa lo quita, y al final te dicta el gusto y el olor de tu cama un equipo de sinergias en un despacho. ¿Cuál es la solución? ¿Quejarse, no comprar, llevar a la quiebra por castigo? Pues miren, si van a rebelarse permítanme apuntar a un cambio de paradigma incomprensible: las hamburguesas smash. Nos estamos comiendo el refrito y el anglicismo. De que el canon fuera un tomo de carne de tres dedos hemos pasado a aplastar la carne, finísima, para ganar «más sabor». De qué, si luego le añaden un lago de salsas y pijadas. ¿Ni la mínima libertad de indicar el punto? ¿No podemos dejar algo sin desconsagrar, aunque sean doscientos tristes gramos de ternera?

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