Opinión | Historia en el tiempo

La enseñanza, en el candelero

Confiemos en que algún día las grandes fuerzas políticas incluyan en sus programas el análisis profundo de las causas del deterioro pedagógico

Para las mujeres y hombres que hicieron de una de las más bellas y nobles actividades sociales -la transmisión de los conocimientos en el grado medio de la enseñanza-, estas semanas pre-caniculares suele ser tiempo abigarrado y triste por la crítica universal al estamento docente y la situación caótica y desnortada en la que se debate la Educación en un pueblo usufructuador de una de las culturas más roborantes y bien implementadas entre todas las de Occidente.

Desaguisados y tropelías sin cuento en la confección de los programas de no pocas asignaturas: desde la paciente y sufrida Historia hasta una Gramática de la que permanece desatendida la ortografía en el campo de las Humanidades hasta otros descalabros semejantes o aún mayores en las disciplinas de «Ciencias», más dificultosas en general para la mayoría de los alumnos de grado medio, y a cuya coyuntura la opinión pública consagra una atención singular, especialmente en los meses y semanas de acceso al Alma Mater por legiones de alumnos y alumnas que afrontan las pruebas selectivas en tesitura desconcertada y, de ordinario, apesadumbrada frente a unos exámenes que estiman comúnmente mal diseñados.

Naturalmente, el presente curso escolar no implica excepción alguna ante panorama tan desolador al estar en juego, nada más y nada menos, que el capital más sagrado de una colectividad como es el porvenir de sus jóvenes generaciones. Confiemos, no obstante, en que algún día ante la presión ciudadana las grandes fuerzas políticas incluyan en sus programas de urgencia el análisis profundo de las causas del deterioro pedagógico en los escalones básicos de la educación juvenil y adopten en beneficio del país las medidas pertinentes.

No olvidemos al respecto que el verano es también tiempo de ensoñación.

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