Opinión | A pie de página

¡Gracias, Córdoba!

Hace sólo unos días tuvo lugar la presentación en el Salón Liceo del Real Círculo de la Amistad de mi libro Córdoba romana. La ciudad oculta, que he publicado con la editorial Almuzara y el patrocinio de la familia Sánchez Ramade; una noche absolutamente singular y muy, muy emotiva, que llevaré siempre en el corazón. Este libro nació de mis conversaciones con el doctor F. López Segura, quien se pasó años intentando convencerme de que Córdoba lo necesitaba y de que debía ser yo quien lo escribiera. A partir de ahí, la entrada en liza de Manuel Pimentel Siles, director del Grupo Almuzara, e inmediatamente después de Eugenio Sánchez Ramade, allanó el camino para un proyecto maravilloso al que se sumaron tres personas sin cuyo concurso habría sido imposible convertir en realidad material el que hasta ese momento no pasaba de la categoría de sueño. Hablo de Antonio Cuesta -artista donde los haya- y Alfonso Orti -solvente y riguroso como pocos- en la edición, y Rafael Carmona en la fotografía. Por otro lado, aun cuando la firme yo solo, esta obra no habría sido posible sin el trabajo denodado de una enorme pléyade de investigadores que durante los últimos cuarenta años han alumbrado el conocimiento que hoy atesoramos sobre Córdoba; de la colaboración de hoteles, empresas, instituciones diversas y también particulares, que nos abrieron sus puertas para documentar los restos que albergan; del apoyo de una larga lista de arqueólogos que generosamente me facilitaron fotos y planos de sus respectivas excavaciones; del sostén impagable de museos nacionales y extranjeros, muy en particular del Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, que a través de su conservador Manuel Aguayo fue pieza imprescindible a la hora de completar la documentación gráfica del libro; y, por supuesto, de toda la sociedad cordobesa, incluidos los medios de comunicación, que han acogido el volumen con un cariño, un respeto y una expectación sin precedentes, a los que quiero ahora corresponder.

Lo vivido la otra noche durante la presentación del libro fue algo tan grande, y al mismo tiempo tan trascendente, que cuesta dar idea de su enormidad. Ese jueves la agenda cultural de Córdoba estaba repleta y aun así asistieron más de 400 personas, sin contar las muchas que no lograron entrar por falta de aforo, a las que pido disculpas y espero compensar en el futuro. Pero, además, quedó en evidencia un hecho inédito: Córdoba quiere, necesita y merece saber sobre sus orígenes, y más en concreto sobre su pasado romano, tan esquivo, ya no sólo porque la ciudad romana esté en la base de la estratigrafía arqueológica y haya sido objeto de expolio durante veinte siglos, sino por las destrucciones que lo han menoscabado de forma dramática e irreversible en los últimos años. Por eso, si este libro contribuye de alguna manera a que las instituciones asuman sus errores, reorienten sus políticas y reflexionen sobre lo que la ciudadanía les demanda, tal vez consigamos entre todos recuperar la Córdoba romana como el legado común y el motivo de orgullo que en realidad representa, y hacer de ella no sólo estandarte cultural y motivo identitario, sino también recurso económico y patrimonial incorporándolo con urgencia al discurso histórico.

Mientras tanto, gracias, infinitas gracias a todas las personas que me acompañaron la noche de la presentación o que, por desgracia, se quedaron fuera; a las que me siguen desde hace décadas y a las que me hacen llegar su apoyo y su aliento cada día. Serán mi motor para seguir en la brecha mientras me duren las fuerzas.

*Catedrático de Arqueología de la UCO

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