Opinión | La cafetera de aspiasia

Soñar con estatuas

En esta semana he tenido la oportunidad de acercarme a ver en persona la estatua del poeta cordobés Antonio Gala que preside el bulevar del Gran Capitán. Ya, en imágenes a través de prensa, había valorado la escultura como una pieza bastante poderosa, transmitía una seguridad y un misterio que, personalmente, considero que es muy acertado. En directo, el efecto es mayor: no es cuestión de técnica, de formalismo, ni de dominio de los recursos de este arte plástico en tres dimensiones... simplemente, la pieza es espectacular. No sólo por parecido, sino por su esencia. El trabajo que ha realizado César Orrico es extraordinario. Un artista que formó parte, precisamente, de una de las promociones de jóvenes artistas que el poeta ha estado apoyando, cuidando en nuestra ciudad, desde la fundación que lleva su nombre. Los círculos se cierran.

No obstante, la presencia de la escultura de Antonio Gala, después del entusiasmo y la admiración, me despertó cierta pesadumbre. No sé si llegó a verla en vida -modelada al menos- pero, desde luego, creo que le habría encantado verla justamente donde está colocada. El sentimiento agridulce vino porque es una pena que estos homenajes se realicen cuando una persona ha fallecido.

Inmediatamente, me puse a soñar con un bulevar que estuviera, en cierto modo, dedicado a personas de las artes o la ciencia en Córdoba cuya vida e impacto haya llegado a finales del siglo XX o siglo XXI. ¿Qué pasaría si la de Gala fuera la primera de un conjunto de estatuas que fueran salpicando, lateralmente, ese paseo que diseñó Juan Serrano?

Me imaginé una estatua, por ejemplo, de la singular Hisae Yanase, ahí colocada, con su precioso rostro de cordobesa nacida en Japón, llena de pasión, de concepto, de formas esenciales. O la enorme dignidad que tendría un busto de la inteligente Rita Rutkowski, pocas mujeres en esta ciudad poseen su presencia. Luego imaginé una representación de Pepe Espaliú ejecutando su célebre Carrying..., por ejemplo, y otras estatuas de ese estilo.

Fue un instante, pero lo vi en una ensoñación en mitad de una noche de verano cordobesa y el resultado imaginario me pareció, simplemente, espectacular. Sabemos que la vida política o social no está para estatuas, bastante tenemos los cordobeses con sacar nuestras familias, trabajos y futuro adelante pero, quizás, a veces no nos queda otra que seguir soñando, a pesar del calor, la subida de precios, la Ley de Amnistía, u otras realidades que siempre están rodeándonos en nuestra querida ciudad.

Suscríbete para seguir leyendo