Opinión | La vida por escrito

Incertidumbre y curiosidad

La búsqueda de certidumbres en un entorno caótico y cambiante ha sido y es fundamental para la supervivencia. Todos los seres vivos, microbios, plantas, animales, incluidos los humanos, están empujados a reducir la incertidumbre, explorando y aprendiendo sobre su mundo. Esta búsqueda constante de información no solo nos ayuda a sobrevivir, sino que también ha dado lugar a uno de esos rasgos que nos distingue como especie humana frente al resto de animales: la curiosidad, el saber por saber.

Los humanos somos muy curiosos y estamos continuamente buscando maneras de reducir la incertidumbre que nos rodea. Sin embargo, poco se sabe sobre sus orígenes y menos sobre los mecanismos neuronales que generan esta curiosidad. Investigaciones recientes han revelado que la curiosidad está inversamente ligada a la confianza, lo que sugiere que se desencadena por una baja confianza, o sea cuando creemos que no controlamos lo que sucede alrededor. Un estudio publicado en el Journal of Neuroscience por un equipo de investigación del Instituto Zuckerman de Columbia, liderado por la Dra. Gottlieb, ha dado un gran paso para resolver este misterio. Los científicos usaron imágenes distorsionadas de animales y objetos para medir la curiosidad y la confianza de los participantes, los cuales tenían que adivinar si la imagen representaba un animal o un objeto. Y vieron que la curiosidad era mayor cuando la confianza era baja, mostrando así un vínculo claro entre curiosidad e incertidumbre.

Usando resonancia magnética funcional (fMRI), los investigadores observaron lo que ocurría en el cerebro cuando los participantes sentían curiosidad. Hallaron que la corteza occipitotemporal (OTC), una región del cerebro conocida por su papel en la visión y el reconocimiento de objetos, mostraba patrones de actividad distintos para objetos animados e inanimados cuando las imágenes eran claras. Sin embargo, cuando las imágenes eran ambiguas y los participantes manifestaban más curiosidad, la OTC no podía identificar claramente el tipo de imagen. Además, otras dos regiones del cerebro, la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal ventromedial, mostraron una mayor actividad cuando los participantes tenían más confianza en la identificación de objetos. Esto sugiere que estas áreas del cerebro participan en la evaluación de la información y la generación de la curiosidad.

Ya sabemos, por lo tanto, que el cerebro tiene mecanismos para buscar información cuando desconocemos algo que puede ser importante para nuestras vidas. Esos mecanismos prácticamente automáticos despiertan nuestra curiosidad cuando nos amenaza la inseguridad y la incertidumbre. Pero, aunque la curiosidad nos impulsa a explorar y aprender, y esto parece ser beneficioso para el futuro de nuestras vidas, su relación con la felicidad es compleja. ¿El saber nos hace más felices?

Otro grupo de científicos de la Universidad Radboud, en Países Bajos, ha investigado la relación entre la incertidumbre, la curiosidad y la felicidad. En un experimento en que medían la curiosidad dependiente de la incertidumbre en un juego de lotería, encontraron que la curiosidad aumentaba con la incertidumbre del resultado. Sin embargo, la felicidad de los participantes disminuía a medida que aumentaba la incertidumbre. Esto sugiere que, aunque sentimos más curiosidad cuando nos enfrentamos a la incertidumbre, este estado no necesariamente nos hace más felices. Esto sugiere que la curiosidad podría ser un impulso de huida de la incertidumbre. En otras palabras, aunque nos guste aprender y disfrutemos sabiendo más cosas, y parezcamos sentir placer por la filosofía, somos curiosos básicamente porque nos aterra la incertidumbre de un mundo en el que pugnamos por sobrevivir.

Suscríbete para seguir leyendo