El auge de la aceituna

‘Boom’ del olivar: sin árboles para todos

Hay viveros cordobeses capaces de producir, cada uno por sí solo, más de un millón de plantones de olivo al año. Sin embargo, la demanda es tan alta en la actualidad que no dan abasto

Un olivar en marcos intensivos en la provincia de Córdoba.

Un olivar en marcos intensivos en la provincia de Córdoba. / CÓRDOBA

Rafael Verdú

Rafael Verdú

El olivar está causando furor entre los agricultores desde que hace un par de años comenzara a subir el precio de la aceituna de forma desorbitada debido al encadenamiento de varias campañas muy cortas en producción. Siempre ha sido el cultivo mayoritario en la provincia de Córdoba, con sus más de 370.000 hectáreas (el 85% de ellas en secano), pero ahora los productores ven en estas plantaciones una buena oportunidad de negocio.

Para levantar nuevos olivares o transformar otros cultivos menos rentables, los agricultores necesitan plantones nuevos. Y es ahí donde ahora mismo, y desde hace un año, se produce el cuello de botella. Los viveros no dan abasto ya que la demanda es mucho más elevada que la oferta. Quienes quieran sumarse a la moda olivarera tienen que esperar entre seis meses y un año para recibir los primeros árboles jóvenes, tal como han explicado a este periódico los responsables de dos de las almácigas más importantes de la provincia, como son Todolivo y Viveros El Soto, ubicados en la capital y en Encinarejo respectivamente.

Un millón de olivos

Cada uno de estos semilleros es capaz de poner en el mercado un millón de olivos o más cada año. Es suficiente como para plantar varios miles de hectáreas, incluso si están en marcos superintensivos con más de un millar de árboles por hectárea. Se están quedando sin existencias.

Francisco Castro, de Todolivo, apunta que los plantones nuevos deben tener una altura mínima de 40-50 centímetros, para lo que se requiere un tiempo (de seis a ocho meses, dependiendo de la variedad). En cualquier caso, ahora mismo «los viveros no dan abasto para atender toda la demanda y tenemos lista de espera» que puede alargarse más de un año. No sólo en España, sino también en los países a los que exporta sus productos esta compañía cordobesa.

Un cultivo «maravilloso»

Para Castro, el boom actual del olivar tiene que ver con las propias características de este cultivo, que califica como «maravillosas». Y cita: «Aguanta la sequía y los fríos aunque tiene unos costes de producción altos. Si tuviéramos años de pluviometría elevada sería más rentable», dado que «quienes no tienen agua producen medias malas cosechas». En cuanto al precio actual del aceite de oliva, que eleva su rentabilidad, estima que «si hay una demanda de 2,5 millones de kilos y lanzas al mercado 700.000, eso hace que suba el precio».

Antonio Díaz, propietario -aunque ya retirado- de Viveros El Soto, lo dice bien claro: «Estamos sin olivos». Y la tendencia lleva así unos dos años. Antes del boom del olivar, su empresa disponía de un millón de plantones cada año, pero no se vendían todos en el mismo ejercicio. Quizás salían al mercado unos 600.000, y los restantes se colocaban sin mayores problemas al año siguiente.

Ahora el mercado ya no funciona de ese modo. «Antes sobraban de un año para otro. Pero desde los años 2022 y 2023, nos quedamos sin olivos» en cada campaña. Después, los agricultores que quieren plantones nuevos tienen que esperar entre seis meses y un año para recibirlos.

Olivar de regadío

Casi todos los árboles de su vivero, asegura Díaz, van para fincas de regadío, que pueden ponerse en marcos intensivos o superintensivos aumentando exponencialmente su rentabilidad. Ahora bien, aquí se produce la paradoja: la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir hace años que no concede nuevas autorizaciones de riego, una decisión que se tomó precisamente por el auge del olivar en regadío, que a punto estuvo de llevar al colapso el sistema hídrico. Entonces, ¿para qué se compran plantones que rinden mucho más si disponen de agua?

Díaz aclara que en su zona, en el Valle del Guadalquivir, casi todas las fincas agrícolas ya son de regadío. Lo que está ocurriendo es que las tierras se están transformando en olivares a partir de otros cultivos menos rentables ya existentes en parcelas con permiso para tomar agua. Es posible operar de ese modo en una zona tradicionalmente de regadío, con frutales como el naranjo y otras especies. En la Campiña, donde casi todas las tierras son de secano, el olivar resiste al modo tradicional, con el agua que da el cielo.

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