Reportaje

La 'Empaerá': una finca con mucha historia

El cortijo que albergará el primer hotel de 5 estrellas de la provincia perteneció a la congregación de los monjes agustinos hasta que con la desamortización de Mendizábal pasó a manos privadas 

Rafael Valenzuela

Rafael Valenzuela

El cortijo La Emparedada (La Empaerá, para los vecinos de la comarca) es una finca muy conocida desde hace siglos en Posadas. La procedencia del nombre de la finca podría proceder de su situación rodeada (emparedada) entre varios cerros. Otras fuentes apuntan a la devoción religiosa de una de sus dueñas, que se consagró a la oración y permanecía sin salir de una dependencia de la casa. Sea como sea, La Emparedada es el nombre que figura en el rótulo de la cancela de entrada al cortijo. La denominación que tomará ahora es la del cerro más próximo al caserío, Corbella, que es el paisaje del que disfrutarán los clientes al abrir las ventanas o asomarse a la puerta del negocio.

El recinto tiene una historia vinculada a la religión pues durante una época fue propiedad de los monjes agustinos, que lo adquieren en 1620 y lo regentan hasta 1835. La congregación estuvo explotando las tierras de la finca para el abastecimiento de su congregación, que tenía varios conventos, tanto masculinos como femeninos, en Córdoba.

La desamortización

Posteriormente, con motivo de la desamortización de Mendizábal, el cortijo pasó a manos particulares, en concreto a la familia de Bartolomé María López Sánchez, cuya sobrina, Micaela Castillejo, tenía una especial devoción a la Virgen del Carmen, según se recoge en distintos estudios históricos sobre la finca, fruto de lo cual permanece en la capilla, que ahora se ha remozado, una imagen de la citada virgen. Los distintos propietarios que pasaron por la hacienda fueron mejorando sus infraestructuras y dotándola de todo lo necesario para desarrollar la actividad agroganadera. Lo más llamativo es el molino de aceite, que todavía funciona y que acogerá uno de los comedores, y la bodega, algunas de cuyas tinajas subterráneas originales se pueden apreciar todavía; y la era para el trigo, que se ha convertido en la zona ajardinada de la entrada principal del hotel. También es llamativo el puente de piedra, madera e hierro que conduce a la antigua alberca, ahora convertida en piscina.

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