NOVELA

Un recorrido emocional por la cuerda floja

Juan Pablo Villalobos narra la vuelta al pasado y al pueblo del protagonista

El escritor Juan Pablo Villalobos, en una imagen de Anagrama.

El escritor Juan Pablo Villalobos, en una imagen de Anagrama. / CÓRDOBA

Juan Pablo Villalobos advierte antes de comenzar: «esto es una novela; cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia: así es como funciona la ficción». Algo parecido a lo que menciona Ricardo Menéndez Salmón cuando habla de escribir libros que sean capaces de conjurar la realidad, de intentar no mostrar el paisaje en su verdadera circunstancia. En el caso de ‘El pasado anda atrás de nosotros’, título que se completa en el interior con el añadido de «como los detectives los cobradores los ladrones» (ausencia de coma que, tal vez, busca potenciar ese destino común con una triada que empuja de igual manera, como hizo Horacio Quiroga con su célebre libro de cuentos),

Villalobos escribe para Ángel, Luis Alfonso, Uriel y Luz Elena («hijos de mis papás»). Precisamente, Luis Alfonso, artista que entiende la pintura como «una máquina de habitar», es el autor de la ilustración de la portada, titulada ‘Lodo de sangre’. En ella se aprecian dos elementos fundamentales en el desarrollo de la trama: una bala y una pastilla. Su presencia será plural y harán que el protagonista acentúe los continuos sobresaltos a los que ha de enfrentarse.

Todo comienza con el regreso de Juan Pablo a Lagos, su pueblo en México, para ayudar a sus hermanos en el cuidado de sus padres, ya mayores. A partir de ahí, deberá hacerse cargo de esa situación que, además, viene acompañada del reencuentro con una casa que manifiesta su particular lamento a través del crujir de los cimientos, pero también con todo lo que fue su pasado allí, en el pueblo. Amigos y conocidos con los que lidiar en un momento difícil.

«Los acontecimientos más rocambolescos de todo el libro se originan a partir del reencuentro con Everardo, amigo de la infancia»

Un hecho que es mostrado con un acertado sentido del humor del protagonista, sutil en el lenguaje y en el estilo, que combate ese lastre del tiempo que se hace visible en los instantes más inadecuados de su presente: «fue una mala elección de vocabulario; a esas alturas de la historia de México había verbos que solo se debían usar en situaciones muy específicas». Situaciones que convierten cada uno de sus pasos en un recorrido por la cuerda floja. Equilibrios emocionales que debe sobrellevar, además, con la atención (en la medida de lo posible) de sus propios hijos y su esposa, que se han quedado a miles de kilómetros de distancia, en su apacible vida: «Monótona, segura, nunca pasaba nada fuera de la rutina, era muy difícil que ocurriera algo inesperado». Es decir, todo lo contrario a la vida con la que vuelve a toparse en la tierra donde nació, en la que esa cuerda está mucho más destensada, circunstancia que hace más atractiva e imprevisible a cualquier ficción.

En un contexto así, la relación familiar amplifica cada palabra, cada gesto. Pero también hace peculiares los silencios en la comunicación de los que comparten techo: «Un sistema que informaba por debajo de las posibilidades del lenguaje y que nos obligaba todo el tiempo a hacer suposiciones». Un sistema que a causa de su ineficacia «daba origen a infinidad de chismes, confusiones, agravios, malentendidos, que volvían emocionante la vida en familia». Esto último se traslada, de igual manera, a los acontecimientos más rocambolescos de todo el libro, los que se originan a partir de su reencuentro con Everardo, amigo de la infancia.

Una amistad peculiar, extraña hasta en la risa compulsiva, que pone a Juan Pablo en una posición de aparente inferioridad (lo que parece, de entrada, que le es más cómodo). Resulta interesante cómo va ofreciendo esa visión del pasado que reaparece junto al análisis de lo cotidiano en Lagos, en México. Una radiografía de un tiempo y un lugar de la que sacar conclusiones que tranquilicen o que activen el organismo (hay pastillas para todo). Así, entender por ejemplo que lo que sucede no es fruto de la casualidad («fenómenos de las grandes ciudades»), sino de pueblos donde «predominaban las causas y efectos históricos, la lógica de la rutina y la repetición».

Después de ‘No voy a pedirle a nadie que me crea’, llevada al cine en 2023 y protagonizada por Darío Yazbek Bernal, Juan Minujín y Anna Castillo, bajo la dirección de Fernando Frías de la Parra, y de ‘Peluquería y letras’, donde dejó de nuevo sobradas muestras de su capacidad de observación y de su característico sentido del humor, Juan Pablo Villalobos ha escrito esta novela como otra máquina de habitar una vida que estaba aparcada, pero con el parquímetro en marcha. Saldar la deuda para seguir viajando, con los detectives, cobradores y ladrones continuamente en el espejo retrovisor. «Yo no puedo hacerme responsable de la imaginación de la gente», apunta Juan Pablo. Hacerse cargo de su propia realidad para que funcione la ficción ya ha sido más que suficiente.

‘El pasado anda atrás de nosotros’.

Autor: Juan Pablo Villalobos.

Editorial: Anagrama. Barcelona, 2024

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