Opinión | Cosas

Ralentí

El ‘reprise’ es la pimienta del fardeo, del lujo y la testosterona. Vivimos acaso demasiado tiempo enfrascados en revoluciones aceleradas

No es que los anglicismos vayan a salvarnos la vida, y menos en un idioma cargado de sutilezas como el español, pero permitan que acuda a uno para rebotar desde la distancia cierta capacidad de sarcasmo. El ‘reprise’ colma de pedantería a los legos, a los que no tenemos ni papa de mecánica del automóvil. Cuando la escuchamos al dueño del taller asumimos su capacidad taumatúrgica, con la misma fuerza que reverenciamos el traje nuevo del emperador.

El ‘reprise’ es la pimienta del fardeo, del lujo y la testosterona. Vivimos acaso demasiado tiempo enfrascados en revoluciones aceleradas; en esa sutileza de velocidades que puede optimizar la circulación, pero al mismo tiempo provocar una fatal colisión.

Otro vocablo no es su némesis, ni su antinomia, pero casi. El ralentí también acude a fundamentar las facturas de las reparaciones, pero igualmente a sosegar tanto amago de pisar diabólicamente el acelerador. En este argot automovilístico va a discurrir la campaña de las europeas. Por un lado está la polarización como un grosero instrumento de la agitación política. Sería muy párvulo desvincular la crisis diplomática con Argentina de los réditos electorales -llámese Gobierno español- o de la catarsis del chivo expiatorio extranjero- llámese Milei-. El Ejecutivo se siente cómo soliviantando a Vox, lo mismo que las huestes de Abascal aceptan gustosas ese guante para tambalear la mesura o retratar la equidistancia conservadora.

Lo endiablado de esta campaña es que hasta se nos subordina el ralentí. Los ecos de la extrema derecha ya no son mera demagogia. Marine Le Pen puede voltear el sueño apocalíptico de Houellebecq narrado en ‘Sumisión’: «No sería descabellado que la Agrupación Nacional pudiera en el veintisiete ganar las Presidenciales francesas».

Ante esa marejada ultra y populista que está fermentando en Europa, se corre el riesgo de que el PP no use mejor arma que la trivialización, prestando más atención a los cortafuegos frente al discurso propagandístico socialista y alimentando a hurtadillas al extremismo ‘cool’. Feijóo coquetea con amigarse con Giorgia Meloni, proclamando acaso prematuramente para sus intereses electorales que existe una ultraderecha buena. También se mueve el PP en la complicadísima tesitura de apoyar a Israel. Es execrable cualquier instrumentación política del terrorismo, pero conviene recordar que ha sido la vindicación extrema de la Ley del Talión practicada por Netanyahu la que ha conducido al contundente pronunciamiento del Tribunal Penal Internacional.

Líbreme Dios de patologías conspiranoicas, pero son palmarias y groseras las evidencias de que el ‘reprise’ de estos tiempos se articula en torno al interés de unos pocos. Toca ajustar al ralentí, pero esa calibración no pasa por el revanchismo, sino por la coherencia, el buen hacer y la sutileza.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

Suscríbete para seguir leyendo