Opinión | Con detalle

Soy cordobés

Sostiene el señor Contreras y Saro que Miguel de Cervantes es tan cordobés como el Vito

La semana pasada, gracias a la labor de Federico Roca, presidente del Ateneo de Córdoba, y a la coordinación de la sección de Historia que impulsa José Luis García Clavero, el Ateneo y la sociedad cordobesa pudieron conocer de mano de su investigador ese aguijonazo a uno de los paradigmas patrios: la oriundez de Cervantes.

Sabíamos de la mimetización cordobesa con el paisaje cervantino; que la universalidad del manco de Lepanto se instrumentaliza para fines inverosímiles -muñidores del ‘procés’ quisieron aprovechar la llegada de Alonso Quijano a las playas catalanas para calzar la catalanidad del autor de las ‘Novelas ejemplares’-. Pero las metonimias manchegas entre el ‘Quijote’ y su hacedor parecían inquebrantables, tanto como los molinos de viento o los expositores de queso en las ventas castellanas.

Sostiene el señor José de Contreras y Saro que Cervantes es tan cordobés como ‘El vito’. El Ateneo no fue el Reform Club de Phileas Fogg, con acaloradas controversias en las que se entrechocasen la lucidez y el anatema. Fueron bastante rotundos los argumentos del ponente, aunque se haya estigmatizado su hipótesis tanto como los orígenes de al-Ándalus defendidos por Ignacio Olagüe.

Fue el académico sevillano Adolfo Rodríguez Jurado quien hace más de un siglo descubrió una declaración de Cervantes testificando en un proceso judicial su condición de natural de Córdoba. Un tal Tomás Gutiérrez había pleiteado por negarle su ingreso en la Cofradía Sacramental de Sevilla, para corroborar que la constante ‘k’ es la consideración social y relevancia de los posibles. Gutiérrez sostiene su digna consideración de posadero que ha albergado personajes de alta alcurnia. Hasta Cervantes se reconoce en su testificación como un hacedor de autos y comedias, un meritorio dudoso en aquellas fechas e incluso también en las presentes.

El archivo donde se guardaba ese capital documento ardió como la mansión de Manderley de Rebeca. Y aparece 102 años después en la Universidad de Sevilla, gracias a la donación de la familia Montoto. Para más morbo, quien reanuda esta investigación es un tataranieto de Práxedes Mateo Sagasta, con el profético santo y seña de la restauración.

El señor Contreras fundamenta su tesis en la homonimia, en la coincidencia de cuatro Migueles de Cervantes, repartidos entre Valencia, Mallorca, la pila bautismal de Alcalá de Henares y las mazmorras de Argel; que son palabras mayores ese natural de Córdoba de su declaración testifical, compatible con su bautismo en Alcalá. Solo a los bilbaínos les corresponde el derecho a nacer donde les place, pero los cordobeses seríamos los primeros interesados en verificar la autenticación de ese giro biográfico. No estaría mal ampliar las estrofas del ‘Soy cordobés’, añadiendo alguien más en la tierra de Julio Romero.

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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