Opinión | El alegato

Dignificación de la diversidad

Soy mujer y hetero. Soy una persona tan normal como tú

El viernes, 28 de junio, se celebra el Día Internacional del Orgullo LGTB. Esta celebración a nivel mundial conmemora los disturbios de Stonewall, que fueron unas manifestaciones espontáneas y violentas surgidas a consecuencia de una redada policial que se llevó a cabo en la madrugada del 28 de junio de 1969 en el pub llamado Stonewall Inn, ubicado en el barrio neoyorquino de Greenwich Village. Aquellos disturbios respondieron a la lucha de la Comunidad LGTB contra un sistema que les perseguía, contra una legislación que les era hostil. Fíjense que en 1950, los homosexuales fueron incluidos por el Departamento de Estado de EEUU en sus listas de personas subversivas consideradas como un riego para la seguridad nacional por ser fácilmente extorsionables. Miles de gais, lesbianas y personas transgénero fueron públicamente humilladas, acosadas, encarcelas e, incluso, recluidas en hospitales psiquiátricos. El primer Día del Orgullo en España se celebró en 1977 en Barcelona, estando aún en vigor la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970 que perseguía a todos aquellos sujetos considerados antisociales, esto es, personas sin hogar, prostitutas, drogodependientes, inmigrantes ilegales y homosexuales. Esta ley siguió siendo un instrumento represivo, no sólo en la dictadura franquista sino también durante la transición, hasta que fue derogada en noviembre de 1995. Como dato sumamente revelador, añadir que la OMS dejó de considerar la homosexualidad una enfermedad mental en 1990. Lo hasta aquí expuesto hace legítimas y justificadas todas las reivindicaciones que las personas lesbianas, bisexuales, transgénero y queer quieran hacer y apoyo sus acciones por la igualdad. Precisamente por eso no puedo estar de acuerdo con darse visibilidad y hacerse presentes a base de recurrir al ridículo -ni en atuendo ni en comportamiento-. La igualdad de todas las personas viene proclamada en el art. 14 de nuestra Carta Magna. Toda burla o mofa a alguien motivada por su condición es reprochable y sancionable legalmente. Cuando necesitas de un profesional que te cure de tu enfermedad, te solucione tu problema con el fisco o te arregle ese grifo que gotea, poco o nada te importa su condición sexual, lo que esperas es que dé respuesta efectiva a tu problema. El reconocimiento social, el respeto de los demás, se gana sin acudir a disfraces, ni aspavientos innecesarios, ni tetas al aire como Marianne de Delacroix. Pido disculpas a quienes no entiendan mi perspectiva, pero si son empáticos comprenderán que son palabras de una mujer hetero nacida durante la dictadura franquista y, pese a ello, educada en la idea de que toda persona merece mis respetos sin prejuicios.

*Experta en Derecho del Trabajo y Seguridad Social

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