Opinión | Hoy

Esta estatuita

Ha faltado tiempo para que poseas la tan esperada estatua a tu labor y a tu persona. ¡Enhorabuena, campeón! ¡Lo has conseguido! Y en todo el centro de la ciudad, como otro gran capitán cordobés. Y enhorabuena también a tu demiurgo, que, con inalcanzable maestría, ha sabido plasmar en esa soberbia escultura el alma del ser sin llegar a ser. ¡Pero te merecías un cuerpo entero, más que una estatuita! Por eso, que los dioses de tu Olimpo y las musas de tu Parnaso me libren de hacer leña de ningún cayado callado ni de ningún cayado de la aorta ni de cualquier ningún otro cayado callado: el Guadalquivir de tus inmensas palabras va ya eternamente «a dar a la mar, que es el morir». Sólo te deseo para toda esa eternidad que no corras la misma suerte de nuestra Córdoba en sus calles, sus casas y sus monumentos; que tu busto no sufra los efectos de no sé qué lejía para mejorar tu sublime brillo, con la excusa de no sé qué limpieza arquitectónica o arqueológica, ignorando sacrílegamente lo pulcro que siempre hablabas; que no se confunda tu busto con quien no fuiste ni eres ni serás, en tantos alardes y piruetas de cultura manejada por la política de banderías y afanes de revanchas; que no acabes perdido en no sé qué rincón, por donde sólo pasen cuatro gatos o cuatro perros soltando las inmundicias de sus dueños, y nadie se pregunte por quién es el representado, o cada cual opine que eres lo que no fuiste y haces lo que no hiciste; que no seas pintarrajeado por el tonto cretino de turno, al que no le guste no sé qué de ti o de lo que representas; que ningún apéndice de tu egregia estatua acabe arrancado por ese regusto inquisitorial, partidista, zafio, en el que vivimos sumidos y cada día más sumidos en nuestro sumidero; que no acabes arrasado como tantas casas de Córdoba, sus almas y sus vidas, o como tantas calles de Córdoba, sepultadas en granito, borrada para siempre su idiosincrasia urbana; que no acabes convertido en suvenir, como nuestra Judería, para que a ti no se refieran esos versos de García Baena: «¡Oh flor pisoteada de España!»; que no seas ensuciado, convertido en basurero y en estercolero, como nuestra Sierra, sus ríos, sus caminos y paisajes; que no seas prostituido con la excusa de restauración, como nuestro puente Romano, y no acabes arrancado de raíz como nuestro palacio tardo romano, que no quisisteis defender quienes os arrogasteis ser los amantes, voceros, paladines de nuestra Córdoba y su alma; y, sobre todo, sobre todo, que no haya ningún patán que, como la zorra de la fábula, pase bajo tu busto y exclamé ante tu soberbia planta, en un alarde de sabiduría de establo: «Tu cabeza es hermosa, pero sin seso».

*Escritor

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