Opinión | Paso a paso

Laberinto turístico

El turismo masivo amenaza con desvirtuar el casco histórico

En el ocaso de una ciudad milenaria, donde el Guadalquivir acaricia los vestigios de una civilización pretérita, el Ayuntamiento de Córdoba ha emprendido una cruzada contra el insidioso crecimiento de las viviendas turísticas. Este fenómeno, otrora benévolo y ahora rampante, ha sido señalado como el culpable del encarecimiento de la vida y la expulsión de los residentes autóctonos.

Es menester recordar que Córdoba, desde sus albores, ha sido un crisol de culturas, un laberinto de callejuelas y patios que ha seducido a poetas y aventureros por igual. Hoy, el turismo masivo amenaza con desvirtuar este legado, convirtiendo cada rincón en un escaparate y a cada residente en un figurante de un espectáculo incesante.

En este sentido, es pertinente recordar las palabras de Jane Jacobs, la incansable defensora de la vida urbana, quien advirtió que las ciudades deben ser pensadas para las personas, no para las cifras. Su obra ‘The Death and Life of Great American Cities’ denuncia cómo las políticas urbanísticas mal concebidas pueden destruir el alma de las ciudades, convirtiéndolas en espacios inhóspitos y deshumanizados.

La medida adoptada por el Ayuntamiento de Córdoba puede ser un primer paso, pero queda mucho camino por recorrer para evitar que la ciudad sucumba a la banalización y al mercantilismo desenfrenado. A este respecto, resulta esclarecedor evocar la sentencia de George Orwell en ‘1984’: «Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado».

En definitiva, el desafío está en encontrar el equilibrio entre la acogida al visitante y la protección del residente, entre la explotación económica y la conservación cultural. Si logramos esta alquimia, Córdoba no solo será un destino turístico, sino un ejemplo de convivencia y respeto por la memoria y la identidad.

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