Opinión | Cielo abierto

Europa, Europa

A lo más que llegamos en las elecciones europeas es a españolizarlas

Este cielo de plomo parece que nos cae sobre los hombros como un agotamiento ambiental del espíritu. Después del calorazo, nos espera el sofoco sostenido de nuestra crispación. Este domingo tenemos elecciones pero nadie habla de Europa, que ahora sólo importa a los luchadores ucranianos y a quienes viven de ella. Habría que preguntarse por este desapego, por esta triste historia de una unión de países que al final sólo ha sido un club de moneda única; aunque al menos nos ofrece, todavía, ciertas garantías judiciales, como una Fiscalía Europea que de verdad es independiente. Mañana hay elecciones, pero no se vota a Europa. A lo más que llegamos en las elecciones europeas es a españolizarlas. Begoña Gómez le está sirviendo a Sánchez para hacerse su propio peronismo, mientras nadie da cuenta de unas influencias, como mínimo, cuestionables para quien está en la intimidad del presidente del Gobierno. Pero dejemos eso, no vayamos a caer ahora en el fango. Fango, calima, alerta naranja: son nuestros estados de estos días, mientras por primera vez en la democracia un Gobierno central anda deslegitimando al poder judicial.

Europa ha fracasado como concepto moral y la prueba es que nadie habla de ella. Bueno, hay alguien que sí: el cantante Loquillo. Le preguntan por el reguetón y responde que lo respeta, pero que no es su cultura. Porque él es europeo. Y ha crecido con el cine de Antonioni, Truffaut y Godard, el Free Cinema inglés, Carlos Saura, la música francesa, la italiana, el pop inglés o el español. El cantante se une a Luis Cernuda y su famoso porque ‘Europa es el mundo’, Stefan Zweig y ‘El mundo de ayer’. Memorias de un europeo, como declaración europea de paisajes artísticos y el respeto jurídico hacia sus ciudadanos, ‘El Danubio’ de Claudio Magris, el imprescindible y total ‘Por las fronteras de Europa’, de Mercedes Monmany o el ensayo ‘Orient-Express: El tren de Europa’, de Mauricio Wiesenthal, con una gran belleza evocadora, entre su tradición multiplicada por el cine.

Viene bien recordarlo porque Europa sólo existe dentro de la cultura. Y, desde luego, fuera de la campaña de las elecciones europeas. Pero es que la cultura ha sido desterrada de cualquier cita electoral. Es una pena: ya nadie se molesta en disimular que mañana no votamos por Europa. La perdimos al convertirla en casta funcionarial, olvidando que sus instituciones se crearon sobre la sangre de varias generaciones de jóvenes en dos guerras mundiales. Europa debe recuperar aquello que no existe fuera de los libros o las becas Erasmus: su conciencia de unión no sólo económica, sino cultural y ética. Somos Ulises remando hacia las costas lejanas de una tierra que no nos reconoce.

*Escritor

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