Opinión | Historia en el tiempo

Córdoba, ¿ciudad afrancesada?

Al calificar de tal modo la antigua ciudad califal el anciano cronista no hace referencia a los comienzos del siglo XIX cuando ella estuviera sometida a la soberanía del rey José, el hermano primogénito de Napoleón Bonaparte. La adjetivación corresponde a una cierta atmósfera cívico-cultural que ha envuelto el trascurrir de la centuria pasada. Bien que hasta mucho después no consiguiera el estatus de Alma Mater, de centro y corazón de una auténtica ciudad universitaria, el espíritu renovador de la enseñanza, debido a la intensa y benemérita acción de la Institución Libre de Enseñanza en la plenitud del sistema canovista, se difundió con intensidad y sorprendente vigor en las clases medias y altas de Córdoba y algunas de las localidades principales de su provincia, a la cabeza, Cabra y Priego. La lengua y, sobre todo, las artes de la nación gala conquistaron la sensibilidad y gustos de la pequeña pero muy activa burguesía urbana, entregada a la recepción de una cultura que alcanzó por entonces uno de sus cenit novecentistas.

Muchos hombres, pero también numerosas mujeres se incluyeron en la nómina preferente de los acreedores de tan añorada deuda. Por razones que no hacen al caso, el articulista se detiene de muy buena gana en el recuerdo de una personalidad de excepción. Fue, en efecto. Juan Gª Lara, superdotado y ahincado maestro nacional, una figura relevante en dicha presencia afrancesada -alumno y profesor de la Escuela Francesa-, con honda influencia en diversos escritores y artistas de la última etapa de la Restauración e, igualmente, de las primeras generaciones de la postguerra (entre ellos, varios de los más renombrados integrantes de Grupo Cántico). Víctima primeriza de la excruciante represión desatada por las autoridades del bando vencedor en la guerra civil durante las primeras horas de la contienda, su recuerdo permanecería en la memoria de sus múltiples educandos y seguidores.

Justamente su evocación sirvió como espuela en el desarrollo de los jóvenes que, en los años cuarenta, retejieron los lazos que unieran a la ciudad califal con la siempre imantadora Francia en el período precedente al estallido del conflicto fratricida. Por fortuna, en la flamante Facultad de Veterinaria adscrita al distrito universitario hispalense las relaciones y contactos adunados con los centros suizos y galos de igual configuración fortalecieron el diálogo entre Córdoba y varios de sus centros pedagógicos e investigadores más acendrados.

Mas, con todo, el abajo firmante desearía consagrar un recuerdo muy singular a la tarea inolvidable de un insigne maestro de primeras letras y de los cursos de Bachillerato profesados en establecimientos privados de la ciudad califal: D. Juan Lapachet, de trayectoria personal y cívica repleta de virtudes e inmarcesibles enseñanzas .

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