Opinión | Tribuna abierta

Nuevos desafíos de la Iglesia

No hay mañana en que nos despertemos con una noticia más o menos controvertida sobre la Iglesia. Muchos son los frentes abiertos para los católicos, son continuas las apariciones en prensa de declaraciones, gestos o acciones de la jerarquía que no parecen ayudar a que el mensaje de amor y salvación siga llegando limpio. Constatamos que jóvenes nativos de una sociedad descristianizada no entienden las vestimentas, los ritos litúrgicos, recelan del patrimonio, en definitiva, ven a la Iglesia y sus costumbres como algo anacrónico, «algo de nuestros abuelos». La situación no es fácil, seamos francos.

El papa Francisco ha querido arrostrar valientemente y con sentido común los dos grandes temas de debate en la Iglesia del siglo XXI, en mi opinión, la pérdida de fieles y los escándalos en los que se ve salpicada. A mi juicio, estos son los grandes retos para la Iglesia católica del siglo XXI:

Los casos de pederastia o la confrontación con la sociedad hipermoderna en el ámbito moral y otras situaciones desagradables para una institución religiosa hacen que la Iglesia se deba replantear cómo poner freno urgente al sangrado de fieles que ya no dicen abiertamente ser cristianos practicantes. Primera cuestión: ¿la fe cristiana tiene como primer objetivo tener más y más fieles o sencillamente presentar el Evangelio?

Se hace necesaria una realfabetización en el mensaje, es decir, volver al abecé de la fe: Cristo se ha encarnado, propone un mensaje de amor incondicional y regala la salvación. O lo tomas o lo dejas. Al proceso de vuelta a los comienzos y reexposición del mensaje hacia la mitad del siglo XX se le llamó Nueva Evangelización, concepto muy desarrollado por papas como Pablo VI o Juan Pablo II. Propone una vuelta al kerygma (del griego, «anuncio o proclamación»), dicho de otro modo, a lo esencial de nuestra fe. Quizá falla el fundamento y es que casi siempre, siguiendo el principio filosófico de la navaja de Ockham, la más simple suele ser la solución correcta.

Hace falta una simplificación y resignificación de la liturgia. Muchos son los cristianos bautizados, pero pocos entienden lo que se celebra en una eucaristía. La liturgia es un tesoro milenario que tiene como misión el acercamiento a Dios a través de un ritual concreto y que conecta lo divino con lo humano. Dos cuestiones más: ¿hay una conexión honesta y real entre lo que se reza, se cree y se vive? y ¿la liturgia actual ayuda a establecer esa conexión?

Una de las grandes bazas que juega la Iglesia hoy por hoy es la integración de la religiosidad popular en el culto católico. Para ello es urgente reconducir tantas manifestaciones de fe hacia una línea común vertebradora que haga ver desde fuera qué significa ser cristiano y que apetezca llegar a serlo. Es una oportunidad de evangelización muy positiva que debe ponerse en valor y cuidarse.

Y, por último, ¿qué ofrece la Iglesia? A priori, su oferta suena realmente bien: el amor universal, la solidaridad, la misericordia, la lucha por un mundo mejor... Un mensaje de salvación, ¿pero salvación de qué si no hay conciencia de necesitarla? Estos podrían ser algunos de los retos a los que se enfrentan los católicos de hoy. Dejo para terminar otra cuestión: ¿está la Iglesia preparada para afrontar estos desafíos o ha perdido la fuerza para resurgir una vez más de sus propias cenizas?

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